24.11.09

Judith

Me llamo Salvador. Que sea un nombre que indica una acción induce al error de creer que me bautizó alguna pitonisa que vio en mí una cualidad venidera, mas  ¡Nada que ver! Fui nombrado por mi padre que no miró en el futuro sino en el pasado. Nací un año y doce días después de la muerte de Salvador Allende, primer presidente socialista, elegido por sufragio universal y legal en Chile y en toda Latino América. De verdad que es un honor.

A pesar de lo que pudiera parecer, nunca tuve conflictos con mi nombre. Durante todo la primaria y la secundaria fui el único Salvador de la escuela. Casi no necesité apellido, lo que resultaba un alivio con el apellido que cargaba en el pueblo donde crecí. Desde que vivo en Buenos Aires solo respondo por lo que a mí me toca en mi apellido. En cambio en Rosario de la Frontera, pueblo sureño de la norteña Salta, el apellido te identificaba con una casta y con una historia ligada a esta. Soy el hijo directo del mas pesado de una familia de pesados. Rosario nunca me permitió olvidarlo. El día que, caminando por Avenida Las Heras, alguien gritó Salvador sin llamarme a mí, me di cuenta que estaba en otro lado, que una ciudad es distinta en eso. Allá éramos dos Salvadores y el viejo no salía de su casa nunca. Al grito de mi nombre tenía que hacerme cargo, nada que hacerle.

Eso sí, casi nadie estaba al tanto del dato histórico de llamarme así. De mi generación, estoy seguro, nadie. Los pocos que hoy lo saben es porque yo quise contárselo. Román, que decidió vestir de citadino durante los setentas, engendró hijos con huérfanas y en virtud de defenderlos los mandó a vestir de pueblerinos. Nunca sin embargó anotició a casi nadie de allá,  ni de sus gustos políticos, ni de sus inclinaciones conmemorativas. No es un dato menor que para reservarme del deber de ser como él me enviara a criarme justo donde él se crió, con la gente que lo rodeó para mal y para peor. Cosas que hace la  mente humana.

En un pueblo, sépalo lector atento, sobran tiempo y silencio. Pido perdón. Digo mejor que en aquel pueblo donde fui un niño sobraban estas cosas. La televisión no era aún el ser omnipresente que es hoy; mas bien; un lujo caro de tener. Entonces, la mejor formula contra el aburrimiento era mantener alimentado el morbo de conocer la desgracia ajena. Ser sociable,  decía la mujer de uno de mis tíos, el pollerudo. Aunque, por sentido común o por auto protección, no se jugase el juego, resultaba inevitable ser victima de él. Siempre se encontraba alguien dispuesto a informar de las cosas ajenas. La idea de un currículum resultaría una novedad aparatosa en los viejitos rosarinos de los ochentas. Un nombre. Un apellido. Toda la información necesaria ya estaba anexada con esas dos coordenadas.

Por supuesto, se adjetivaba siempre desde el lado oscuro del alma. Nunca eras la que amasaba pan para los pobres, siempre la que se había acostado con el profesor de matemáticas. Acercar ancianitas nunca era tan recordado como la cantidad de perros que te habías llevado por delante con el mismo vehículo. El mataperros García lo tenia claro. La minita de Graciano también. En ese contexto, apenas puse un pie en el lugar pasé a ser el hijo  de Román Figueroa. Y lo fui durante todos los años que viví allí.  Otra cosa de los pueblos es que las etiquetas te duran y las cosas cambian a un ritmo lento.

Las madres te educaban para que vivas tu vida de forma tal que nunca caigas en “boca de todos” ¡Cómo si fuera posible! La lección tácita de mi entorno era un poco más cruel pero más efectiva: La gente habla, es inevitable, así que es mejor que hablen con miedo. Eras un Figueroa, solo si ante tu presencia se hacia silencio. Por supuesto que se murmuraba en las sombras pero eso estaba bueno, que cerraban la puerta cuando querían cuerearnos. A veces, cuando asusto a algún cliente con la mirada me hago cargo de las marcas de mi raza.

Personalmente estoy condenado a escuchar, antes que nada, lo que llamaré la voz de mi propio juicio. Lo demás me chupa un huevo. Conozco en carne propia con cuales colores pintan los prejuicios. Vivir con miedo del parecer ajeno es una pavada y no es para mí. Por lo tanto, no encontrando para mi otro patrón mejor, la pequeña sociedad rural, me puso el disfraz de loco y me dejó ahí, tranquilo con mis mañas. Hasta los doce años me quedé con eso. Me parecía un contrato justo.

Judith, con doce años también, conocía lo que era pagar por los pecados de los padres. En su caso con los de la madre. Resulta que doña Marta era puta. Pero del tipo que lo disfruta. Si la tratabas descubrías a una mujer siempre jocosa, dada a sentirse amiga de cualquiera. Sin embargo era evitada exprofeso por las mujeres. Los tipos, por otro lado,  la buscaban, pero solapadamente y nada más que  por un rato. Ni siquiera estando casada dejó de atender con sus servicios. Su único marido abandonó rancho, ciudad, hija, fama de cornudo y otros vicios el día que se subió al primer camión que lo admitió como polizonte. Marta volvió a cobrar para comer. Algunas hasta suspiraron aliviadas porque una puta casada era un desorden insoportable. La niña, fruto del matrimonio, quedaba al cuidado de la abuela mientras la madre, ya sin esconderlo, se subía a las camionetas de los hacendados, o recibía a los peones en su propia casa. Casi toda una generación de pueblerinos pasó democráticamente por ella.

Reparé en Judith, hija de Marta, el primer día de secundaria. Algo en ella me llamó la atención. Sospecho que fueron sus tetas, porque esos fueron los años donde mi principal interés era este. Aunque también algo en los ojos, como un hambre.

Tengo para mí que la memoria responde a leyes internas. Me gusta negarle el caos, pero solo en el fuero íntimo, porque sé que es muy difícil encontrarle razones a porciones de recuerdos dispersos. Están ahí por una razón pero en casi todos los casos ignoro cual es tal. He olvidado  de ese primer día de clases muchas cosas; creo que he mezclado recuerdo de otros primeros días de mi vida, pero la imagen de ella sentada apenas al lado de la puerta del aula es la más firme de todas. La que yo sé que es de ese día.

Sin un plan en mente, averigüé donde vivía. Desvíe en dos cuadra mi ruta al colegio para hacerla coincidir con la de ella. Ignoro en este momento porqué  aceptó tan tranquila la forma unilateral en que decidí acompañarla todas las mañanas de lunes a viernes, de siete y quince a ocho horas, desde su casa hasta el aula de la escuela. Llegábamos juntos. A la salida ella volvía por su lado y yo por otro. Me parecía de desesperado perseguirla más.

Hablar con ella de tantos temas era toda una experiencia nueva. Se mostraba ingenua de las cosas simple de la vida hasta que  sacaba a relucir un conocimiento de algunas facetas femeninas. Los celos y la humillación eran temas que la apasionaban. Pero mas profundo calaba en ella la necesidad de pertenecer. Hacía esfuerzos sobrehumanos en pos de esto para, solo conseguir, a veces, mimetizarse. La diferencia es sutil, preste atención lector atento. No desentonar no significa ser parte de algo. La aceptación es fundamental para conformar filas de un grupo, y las mamás de ciertas nenas no miraban con buenos ojos a la hija de Marta. Más que otras, las del grupo en el  que Judith quería estar no permitirían jamás que eso ocurriera.

Los niños son crueles. Los adolescentes son niños vigorosos. Luego Judith sufría.

Yo era uno que renegaba cuando ella lloraba porque estas harpías no querían quererla siendo que yo si. El barbudo que soy hoy sabe que aquello no era amor sino calentura, pero el imberbe  de aquellos años no entendía la diferencia. Las comparaba y las que no eran Judith me parecían insulsas, sobre todo porque las niñas de familias bien no llenan los corpiños a los doce años; a veces nunca.

Ya para mediados de Junio me dije a mí mismo que tanta espera era insoportable, porque no toda la vida se tiene doce años. Tomada la decisión descubrí que no tenía experiencia en encarar una mina, sobre todo a una que posiblemente tenía mas información, por lo menos teórica, del asunto.

Por la misma época mis familiares sumaron su desaprobación a las virtudes de Judith. La tía Rosa me puso al tanto de las historias de la madre de “esa muchachita” y para que su discurso no fuera corto agregó su desaprobación. Además mis tíos varones sumaron su comprensión de que la chica me gustara y su desagrado a que, si pasaba algo, la cosa se supiera. El resultado matemático fue que mi lívido alcanzó niveles superlativos.

Vivía presintiendo y soñando con la forma de darle un beso. Me había propuesto que el beso sería el punto de partida de cosas que no sabía llevar a cabo pero confiaba en el instinto animal. Ya fuera el mío o el de ella.

La oportunidad se dio sin que yo lo buscara. Y de verdad que mi mente buscaba cosas. Faltaban dos días para las vacaciones de Julio y justo ese jueves yo me había quedado dormido. Caminaba imaginándola ya  en el  aula cuando la encontré, para vergüenza de mi imaginación, sentada en el banco de la plaza que cruzábamos todos los días. Sin sentarme le dije que llegaríamos tarde. Ella, sin pararse, que nunca iríamos.

Recorrimos los cincos kilómetros que hay entre la plaza y las Termas solo porque ella quería estar en un lindo lugar. Caminamos por el costado de la ruta hasta la falda de la montaña, subimos para luego bajar por el sendero que se hace angosto y agreste pasando de la Gruta de la Virgen porque para mí las Aguas Chica era un lindo lugar.  El arroyo de aguas termales nace muy arriba en espesura del bosque montañoso que allá nombramos monte. En el punto donde la temperatura del agua se hace soportable algún comedido construyó dos piletones de piedra y cemento. En el segundo nos pusimos a descansar del calor de las once de la mañana sumado a el esfuerzo de llegar hasta ahí. Bañarnos nos pareció tan natural como si tuviéramos ocho años.

El no renunciamiento a la ropa interior nos valía como tecnicismo legal ante la acusación de desnudez total. Pero a la hora de las declaraciones no me pregunte, lector atento, lo que produce en un púber el avistamiento de un conjunto íntimo femenino mojado. Dado que quise besarla y que quiso dejarme el beso sucedió. Como no tenía la barba aún fue algo sin técnica. Húmedo sobre todo; no tan solo los labios, sino también la cara y el pelo. Y su abraso a mi cuello. El agua caliente no se dignó a detenerse. Por un momento perdí el conocimiento de la ubicación de mis manos pero sabía exactamente donde sentía el avance de las manos de ella.

Judith estaba abriéndoseme sin que hubiese mediado muchas palabras, sí muchos gestos, mas no muchas palabras. Y de pronto se cerró. Usó palabras que no entendí de inmediato pero que fueron mucho más que un discurso para mí. Alejó sus manos de mí y permaneció laxa en mi abraso hasta que la solté.

Las palabras exactas fueron:

-Pará. Vos no podés salvarme.

Por supuesto se instaló el silencio, la distancia, diría que el miedo al contacto físico o visual. Mientras me vestía la frase percutía en cabeza.

-¡Como si vos te animaras a decapitar a Holofernes!

No tengo claro si la dije pero de verdad no importa. Tampoco cómo volvimos al pueblo y de cómo, desde ese día, nos ignoramos. Gracias al Altísimo, a esa edad, dos semanas de vacaciones alcanza para reemplazar un amor.

Al final de ese año ella reprobó casi todas las materias y tubo que quedar relegada al turno tarde. Yo empecé a alternar con otras pibas y ella en el mismo grado con otros pibes. Cuando me llegaban noticias de sus andanzas, la frase me sonaba en la cabeza, con su entonación y todo.

Incluso hoy, con tantos años y kilómetros de distancia, sabiendo que tubo que ejercer por necesidad la profesión que la madre hacia con gusto, me pregunto si de eso quería que la salven. ¿Podía una nena de doce años prever tanto un futuro? ¿Hijos no deseados, humillaciones y ultrajes?

¿Sería que solo quería que la salve del peso de la reputación de la madre en un pueblo de dos por dos hectáreas? ¿No es todo parte de los mismo?

En un punto no se equivocó. Salvador de doce años no podía salvarla. Salvador de treinta y cinco piensa que nadie salva a nadie…. En una de esas Dios pero por sendas misteriosas.

Lo que me queda claro desde este episodio  es que algún día seré llamado a responder por mi nombre.

Que para poder salvar a alguien hay que ejercer un poder o hacer un sacrificio. Que hoy no me siento preparado para ninguna de las dos cosas. Quizás nunca lo esté. 

¡Mierda!

31.10.09

Hay mujeres que buscan quien las ame. Definen a ese ser como alguien que las elija solo a ellas y en primer lugar, sobre todas las otras. Quieren ser las principales. Las más zarpadas sueñas con ser desvirgadoras.
No entienden que esta exclusividad no es el amor sino un accesorio del amor. Uno importante, sin dudas, pero no definitorio.
¡Se equivocan tanto buscando solamente eso en los hombres! ¿Quién les explica que el mundo es loco y el miedo a la soledad opera tragedias tan grandes?
Esta forma de exclusividad, a dieta de cualquier cariño, es flor de un día.
¡No se equivoquen!

5.10.09

… Por la Vereda Cósmica…

Cuando me desperté me sentía como si tuviera que enterarme de algo. Puse internet en el celular y la noticia era común a todos los medios de Argentina. Murió Mercedes Sosa. Supe para mí mismo, que iba a volver a escribir acá después de tanto, lector atento. Justo hoy, el día del silencio eterno de Mercedes.

A ver.

Crecí en un pueblo del sur de Salta. El folclore está en el aire desde el punto de vista que se lo produce y se lo reproduce. Cuando era estudiante, de los que hacen caso asistiendo a los actos escolares, de los que solo logra obtener el respeto de un niño de ocho años, escuchaba a los folcloristas; parado, observando rigurosamente la distancia entre compañeros y vestido de fiesta (corbata azul; guardapolvo blanco). Para el viejo Barragán, dueño de los discos y del equipo de audio, Mercedes era repertorio obligatorio. Le hablo de tiempos de discos de pasta y de bocinas de chapa, lector atento, pero La Negra Sosa ya era La Negra Sosa. Ahora bien, si bien Barragán padre fiscaliza el crecimiento de raíces de geranios y afines; Barragán hijo es dueño de una radio. Me juego la cabeza que en esa radio hoy sonó “Gracias a la vida” con esa voz de mi infancia.

Es que hoy, desde que desperté y hasta estas nocturnas horas que no concilio el sueño, me siento visitado por los recuerdos infantiles. No logro precisar, porque las precisiones me son esquivas nomas, si es una visita que me agrade. De última no importa tanto eso sino que la Voz de América se deslizó por otra Vereda Cósmica.

Me queda, Rivotril mediante, dormirme al niño. Acomodar la muerte de otro icono de mi vida y seguir. Poner Cantora en el ipod. Seguir mañana.

No mucho más.

16.7.09

Un protocolo

Hay un momento en la vida en el es menester aceptar que te han vencido. La actitud que tomés en ese momento, sin lugar a dudas te ha de definir, al menos por un tiempo, y muchos más que de la que tomes ante la victoria.

Pienso, pienso, pienso y me cuesta imaginar peor estado para cualquier naturaleza humana. Lo que pone lo amargo en el sabor de la derrota es, ¡no lo dude lector atento!, racionalizar  que te jugaste entero y perdiste. Espulgás en la memoria tratando de localizar el segundo exacto donde todo se fue a la mierda

¡Vanidad de vanidades!

Creo que lo mejor que te pudo haber pasado es que tu mente le haya avisado a tu corazón que ya está. Que sueltes los tientos de eso que tira y tira por soltarse. Que lo que nunca fue tuyo no lo va a ser justamente ahora. Que si alguna vez lo fue ya no lo es más porque todo cambia y que “ni el más sabio de los sabios sabe donde llevan todos los caminos”.

Parte de la guerra es morir un poco. Morir es el más radical de los cambios y lo que se abandona en un campo de batalla pertenece a los que han vencido. En realidad al futuro que te señala otro camino. Si lo que queda atrás es todo lo que eras… bueno ya no serás. No depende de vos.

Las relaciones del hoy no son claras. Los matices producen desventuradas cegueras. No hay voces autorizadas. El mundo gira sin detenerse y a las personas solo nos queda el instinto y la libertad para negociar. Perder el tiempo parece un error imperdonable pero al final de los días uno saca cuenta de que, a la misma vez, es ineludible. Imperdonable e ineludible.

¡Paradoja!

No todos seremos Pablo de Tarso escribiendo a Timoteo, en su celda, sobre su propio martirio.

“Yo ya estoy a punto de ser derramado como una libación, y el momento de mi partida se aproxima: he peleado hasta el fin el buen combate, he concluido mi carrera, he conservado la fe” (2 Timoteo 4, 6-7)

Pero ahí debemos aspirar. Esa es la actitud que cabe a quien dio todo en una batalla y se está entregando a la muerte. Digo. Hoy. No se mañana. Este es un protocolo a seguir, un camino.

23.6.09

Ahogar una voz.

A veces el destino es tan puto que quema un bosque para matar una langosta. Un acto de justicia a cualquier precio, ¿Sigue siendo justicia?

Pappo es un perro de esos hermosos, de raza pero sin papeles. Oficialmente pertenece a mis sobrinas  pero lo alimenta y lo cuida mi cuñado, al que responde incondicionalmente con amor. A mi hermana en cambio la respeta desde el temor de un animal que intuye en otro un gran peligro. De ellas, de las dueñas, recibe mimos y patadas con la misma constancia. Ya de cachorro la cara de bueno nos indujo a cometer el error de llamarlo Pappo porque pensamos en que necesitaba un elemento reo en su vida ¡Grueso error! Desatarlo supone un pacto con Loki, ese dios/demonio de la mitología nórdica. El se divierte aunque otros lo pasen mal o renieguen con eso. Después te mira así.

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Nos preguntamos, muchas veces, si no la ensayará en privado.

Pappo sirve al destino en sus venganzas y en su tarea de dar un equilibrio a las cosas. Si algo tiene que desaparecer él lo desaparece sin piedad. Zapatillas, toallas y juguetes le temen y lo imaginan disfrazado de parca.

Pero hasta el momento nunca se había animado a levantar la pata adentro de la casa. Mucho menos de orinar un anaquel lleno de cds. Y este animalito puede expeler  un litro de orina, espesa y apestosa orina. Imagine una botella de gaseosa; o mejor, si tiene edad, un sifón de soda atacando un mueble con todo su contenido. Dice mi hermana ninguno pudo salir de la sorpresa con el tiempo justo para salvar nada. Fue tanta la puntería animal que no desperdició ni una gota en el piso, todo a los cds.

Yo digo, porque soy así, lector atento, que lo que se quería destruir se destruyó. Porque en esa pila estaba un Compac de Guillermo Fernández, que él quiere olvidar que grabó, y que yo quiero olvidar que compré. No lo va a encontrar en la discografía de su página oficial.

Pero para encubrir nuestra vergüenza hubo que orinarse en otros discos. Discos lindo, música que amábamos y que no sabemos si tenemos en otro lugar. Los compramos en tiempos en que backup era una palabra más de las muchas que no entendíamos del inglés. Como en todo desastre debemos empezar a separar las cosas por las que debemos llorar. Ver que tenemos que volver a buscar y que otras perdidas son irreparables.

Pappo sufre el castigo que se merece a medias atado al chasis oxidado  de una camioneta Ford. Contra viento y lluvia. Con el destino estamos enojados y si se nos cruza le escupiríamos la cara. Guillermo Fernández no sabe porque se siente más aliviado.

10.6.09

Valor

El tipo que en medio de un reclamo dispara "¡qué! ¿mi plata no vale?" tiene muy sobrevaluado a su dinero. Lo tiene en muy alta estima, digamos. 
Lo que es peor, no entiende que el dinero es algo independiente de él. Generalmente sufre cuando es excluido de círculos donde su plata, efectivamente no vale. Mide el tamaño de su éxito de acuerdo a cuanto cobra y pierde su mundo cuando lo roban. Generalmente solo entiende la caridad como algo que se le debe a él y no hay visceversa que valga. 
Un pobre tipo. 

8.6.09

quedarán en la marismas

Nada. Nada que pueda verse así, en palabras, y  me refleje. Como si el silencio sobre las cosas fuera algo mío, cuando no lo es. Verbalizar es lo que mejor hago. Aunque lo haga mal es lo que más me gusta hacer.

No es que no haya nada en mi cabeza ¡Usted no sabe! Pasa que el simple acto de elegir desde esa marisma me da pereza. Darle primogenitura a una cosa sobre otra me resulta injusto. ¡En fin! el simple acto de ordenar me pone los pelos de punta. Seguimos hablando de mi cabeza, no se pierda, lector atento.

A ningunas de estas cosas que tengo ahí las puse yo, sin embargo son mías ahora. Será que yo tengo que ocuparme del ciclo que les compete. Esconderlas del sol, rescatarlas de la arena, soplarle bajo las alas, acariciarles el pelaje, limarle las uñas, afilarle los dientes, darles luz, ser su dios. Ponerlas en equilibrio, digo.

Establecer los cómos, los porqués y los cuándos pero ser un Dios cósmico es para otros. Mis razones son mía ¿Cómo explicárselas a las imágenes de mi cabeza? ¡Na!

En fin.

Hoy me dijo que llora. Lágrimas de mujer, un mar lágrimas.

¿Qué más importa?

Nada.

4.6.09

Porteño.

El porteño es un tipo que abraza la vida pero siempre con el cuchillo entre los dientes.
Es todo lo que tengo para decir hoy.

2.6.09

Fondo

Me quedé con la sensación de que eso de “Y yo que me creía tu destino, no fui sino una mas en tu camino” no es tan malo. Esto sin hacerle polémica a Valeria.

Ser una rayita* más en la pared del ser amado es, en  el momento de descubrirlo, toda una tragedia. Cualquiera lo sabe, lector atento. Ahora bien, pasado un tiempo la cosas pueden tomarse con más filosofía. Si la herida cura hasta se le ve el lado lindo; la nostalgia tiene esas cosas.

La frase:

“Fuiste el fondo sobre el que pinté todas mis relaciones posteriores a vos”

¡A mi me gustó! Me la dijeron hace un tiempo pero no importa. Conste que entender bien, lo que se dice bien, lo que me quiso decir no lo logré, pero me arrancó una sonrisa. Y me hizo pensar que deje partir una poetiza.

_________

* IIIII Así.

28.5.09

El peso de ser cruel.

Nadie está exento de ser el ejecutor de un acto cruel. Por más corazón de oro y plata, la posibilidades están siempre a la mano. Parece que la crueldad forma parte de eso que hay que domar en la naturaleza del hombre.  Una buena persona debe evitarla por todos los medios, pero si no puede, debe sentir culpa y vergüenza ¡por lo menos! Me dicen que lo positivo de la socialización del individuo es justamente eso.
Yo tengo una tía que además es un soldado de Lucifer. Por muchos años, cuando era apenas un niño, viví con ella. Soy, por lo tanto, un testigo válido cuando se le levanten cargos en el juicio final. No temerle a ser malvada lo tenía tan en claro, esta mujer, que jamás sintió vergüenza ni nada parecido. Vive hoy postrada o más o menos postrada, en realidad. Para poder hacer la hija de puta tiene que conseguir que la asistan, justo ahora que se parece más que nunca a un barco que no se hunde porque la liberan del peso de las ratas. Sin embargo, el tiempo pasa y el agua sube. Todo llega.
Los viejos y los niños se parecen un poco en que son desvalidos. Pero no se confunda, lector atento, los viejos tienen  pasado. Muchas veces un pasado de malparidos. Las dulces abuelitas bien podrían guardar jugosas memorias de alcobas. Los ancianitos que piden ayuda para cruzar las calles pueden saber el destino final de algún cadáver. Cuando quiera poner un ejemplo de apariencias que engañan, hable de abuelitos y no le errará. 
Pero como todo en la vida, la hijaputez tiene grados y, estoy seguro, que muy cerca del grado sumo está lo de enseñar la crueldad.  En esa lista, puesta en evidencia con resaltador verde, está mi tía.
Teníamos, mi hermana y yo, una perra que era nuestra en un universo donde lo que se podía vender se vendía “para nuestro propio bien”. Resultábamos ser los rehenes por los que se pagaba un fuerte rescate. Cintia era tan nuestra por el solo hecho de que nadie quería comprarla. La tía la soportaba porque no le resultaba caro mantenerla y la hacía sentir humanitaria. La perra como animal de pueblo era bastante independiente. Compartíamos  un territorio y seguramente en su concepción de la realidad nosotros éramos de  ella. La tengo en la memoria corriendo al lado nuestro, cuando escapábamos de alguna paliza. Hasta se atrevió a morder a la vieja para rescatarnos de alguna cagada que se estaba poniendo jodida. Lamentablemente pagó cara la insolencia.
Una cosa mala de los muy malos es que no olvidan. La tía Rosa era así y mantuvo tibio el odio que le nació de la mordedura. No le bastaron las patadas ni los varillasos, pero ¿cómo humillar a una mascota? No lo sé. Ella se conformó con sentir que humilló. A Cintia le llegó, fruto de sus escapadas por el alambrado, la hora de parir seis o siete cachorritos, solo para que la Rosa viera su oportunidad.
Consumar su venganza era solo una cosa. Otra, muy importante para ella, era educar a uno de sus sobrinos en el que vio actitudes que la encantaron. Pepo siempre fue flaco, huesudo y patón. Miraba desde chico nomas como un viejo degenerado. Esa mirada sumada a un prognatismo vigente siempre en él, le hacía una mascara en la cara. El pendejo estaba a la altura de su imagen. Entíendalo bien. Mala sangre, lector atento. Nunca entendí, ni me interesé demasiado, debo admitirlo, como murió la madre siendo él tan joven que no la guardaba en la memoria. Lo crió la abuela (si, abuela mía también, por desgracia), si criar es dar un techo y compartir la olla parada a fuerza de llanterio. El padre se fue y en una de esas fue lo mejor que pudo hacer por él. Cuando Pepo hablaba el resentimiento era su idioma. Este, nunca otro, fue el ejecutor material elegido para la venganza.
Por qué no mató ella misma a los cachorros solo se entiende si se piensa que quería hacerle probar al chico el sabor de la crueldad ejecutada. Como un experimento y como un legado . Pepo fue autorizado a hacer lo que quisiera con los animalitos siempre y cuando no fuera dejarlos vivir. Hacerlos desaparecer me suena con un eufemismo utilizado. Se procedió a atar a la madre y a embolsar a los hijos para que nunca más lo viéramos. Con la bolsa al hombro “mi primito” se perdió de vista para el lado de la vía.
Esta noche, veintipico años después puedo decirle cosas que pasaron y que para mi se echaron a rodar ahí, el día que la vieja le soltó la correa  moral al niño. Pepo se fascinó con todo ese poder y quiso más. Para nada se sintió asqueado por la sangre en las manos, es más se juró a si mismo que estaba  en el derecho de ser todo lo lacra que podía ser. Si lo habían dejado lastimar unas criaturas indefensa, si era tan fácil, si solo había que saber esconder bien la evidencia ¿por qué detenerse? Si una criatura indefensa era una niña o un perro era solo cuestión de especies. Si no podían resistírseles por la fuerza estaba bien que las abusara. Esa fue su ley.
La vieja, como ya he dicho, postrada, destila odio hacia el sobrino porque le violó la nieta. Jura que si pudiera lo mataría y que solo lo dejó vivir para no matar de dolor a su propia madre (que no sé porque mierda no se muere). Miente. Descaradamente miente. Miente por vieja y porque no le interesa nada que no sea su orgullo herido. No le duele tanto lo que sufrió la nieta enferma, sino que él no la respetó a ella ni  le tubo miedo al mancillar a la niña. Siempre es ella. No derrocha ni un segundo en pensar en los traumas, ni en las secuelas que van a cargar todas las niñas violadas por el enfermo de la cabeza que ella ayudó a criar.
Hoy mismo cruzaría los 1314 kilómetros que me separan de ella para tenerle frente a frente. Le diría que no tiene autoridad moral para ofenderse con el otro forro. La nieta, pobre, no tiene la culpa de lo que le pasó pero ella sí. Que al tipo hay que colgarlo de los huevos para que sufra pero que a ella también hay que colgarla con la misma cuerda para que pague con el mismo castigo. Porque liberar un mal es liberarlo en el tiempo y no saber cuando pegará el coletazo lo que ha liberado. Que no tan solo es un acto indigno sino también de una torpeza negligente; casi suicida. Que el malvado que envejece se vuelve menos peligroso y los jóvenes malvados, mas confiados en su fuerza bruta, dejan de tenerle miedo. Que puede pasar que Pepo entre por la puerta a su cuarto de enferma a abusar de ella y a escupirle la cara como una forma de sentirse mejor. Que no se lo deseo pero que todos los días que le quedan debería sentir culpa y vergüenza aunque sea ahora y aunque sea un poco. Que me da asco. Que él huye de la justicia y de la cárcel pero que ella merece lo mismo. Que no se rasgue la vestiduras porque son iguales ¡I gua les!
Aprovecharía el viaje para pasear con el fantasma de la perra Cintia. La atropelló un auto pero antes la había atropellado mi tía y su sobrino.
Ellos van a aguantar la cuenta final hasta el último, aplastado por el peso de sus propias obras. No es una moraleja porque estas no deberías escribirse en la carne de jóvenes inocentes. Es justicia de Dios, lector atento.
 ¡Y Dios Es!

29.4.09

es relativo !


Beti se reía mucho cuando yo decía “es relativo” en su presencia. Pegado al acto de reírse miraba al interlocutor al que yo acababa de negarle el absoluto. Me causa algún escozor cuando se declara algo como una verdad absoluta en mi presencia. Ella que me conocía bien, muchas veces se adelantaba y decía: Salvador piensa que es relativo. Ahora estoy más viejo; dejo que se sostengan, en mi propia cara, los más variados juicios. Pero solamente porque ya no quiero embarcarme en discusiones.

Sigo pensando que la verdad absoluta no existe. Digo mejor, que la verdad absoluta es Dios. De Él para abajo todo es relativo. Porque, piense conmigo lector atento, las verdades, entendidas como relatos de la realidad, o de algo que pasa, o de algo que ha pasado, tienen como origen un locutor que tiñe con su pensamiento y cuando no con estados de ánimos, lo que dice.

Un discurso sobre la realidad no es la realidad en si. Es lo que alguien opina sobre la realidad. Lo que alguien observó sobre las cosas y los hechos, parado desde un punto, desde una posición ante la vida. Cada quien es lo que es. No está mal eso. No se puede evitar poner en lo que se dice lo que se es. Pero pretender que sea aceptado lo que se dice como una verdad absoluta es por lo menos soberbia. En este punto concuerdo con House en que todos mienten.

La veracidad puede aceptarse mas fácil en oraciones sencillas. “Esta pared es azul”. Siempre y cuando el que la dice no sea daltónico. La credibilidad disminuye en forma inversamente proporcional a la cantidad de palabras que se usan para explicar algo. De las mil palabras que uno puede usar para comunicar algo, solo se necesitan seis. La mentira también es perder el rumbo de lo que es cierto, no ser justo, en el sentido de exactitud que tiene el termino.

Si dudo de mi propia mirada, ¿Por qué tengo que confiar en la de un extraño? Cuando es un amigo el que habla, me sale rápido lo de poner en limpio lo que puede haber pasado. Confío en lo que me hizo elegirlo como amigo/a.

Déjeme pensar, lector atento, que todo es relativo. Discúlpeme esta carestía de humildad, pero así vivo porque así soy. Tomé como relativo esto que le digo.

16.4.09

. .

Me piden que no piense en los muertos. Pero ellos me invaden desde la memoria. Debería firmar con ellos un pacto de no recuerdos.

Pero me canso de decir desde este foro que soy memoria de lo que he vivido y un poquito más. El dichoso pacto que les he propuesto es que no me dejen solo. Que sean una compañía.

Dios dirá. Mientras tanto me preparo para este invierno recordando a Bety en la voz de Cacho Castaña.

“Ojala que no puedas hacerle el amor, ojala que no puedas”

13.4.09

Entropia


La entropia aleja a las cosas entre si. El descubrimiento de la misma, su medida y exacta comprención se convierte en el acceso directo a la soledad. No solo al conocimiento sino también a la sensación de la soledad. Al temor de ella.
Cuando uno aprende a vivir así, con ese miedo, ya ganó la primera batalla para dominar el universo.
Qué haremos mañana a la noche, Cerebro? ...

9.4.09

suerte

Me dicen que la suerte es un bicho tonto con memoria. Se enamora de uno, solo para seguirlo donde sea que uno vaya. Guarda en la memoria la imagen que tenía el objeto de su amor en el momento que lo vio. Se confunde cuando algo cambia. La mas ligera variación convierte, a los ojos de la suerte, en otra persona; al que otrora fuera su amado. No intento culparla, la suerte es lo que es.

Si me resultan insoportables los que la buscan, cuando la han conocido y la han perdido. Visten las ropas con la que la conocieron, pasean por los viejos caminos de ese enamoramiento, repasan rituales. Ignoran que la suerte carga con la maldición de acostarse con cualquiera además de la bendición de olvidar al anterior, ante la presencia de un nuevo amor.

4.4.09

Cosas

Cuando alguien resulta siempre dispuesto a la alegría, yo me pregunto: ¿cuanta serán las penas que oculta?

31.3.09

alfosín

¡Qué extraña contradicción Raul Alfonsìn!
Una raza de argentino puro.
Resaremos por él.

22.3.09

Humilde caballero soberbio.

humilde caballero

Conozco un tipo que ensaya, cuando viene a comer, una soberbia aprendida. Con movimientos que no le son propios, quiere que yo le crea que es un gran señor.

Se esfuerza con maneras precisas en el momento justo. Es sin lugar a dudas un alumno aplicado ¿Porqué negárselo? Se disfraza con sus dos celulares y sus sacos de marca. Las callosidades de la manos, sin embargo, no le prestan ayuda, denunciando a las claras que realizaba trabajos manuales. La piel, alguna vez curtida por el sol, desentona con los pañuelos de seda.

Hoy trajo a la mujer y maestra. Ella sí, posee una soberbia aprendida desde la más tierna infancia. Esas señoras erguidas desde el cuello hasta las piernas, como si fueran una sola pieza. De ella le aprende todo. Aún vestida de payaso, esta señora seguiría siendo digna y majestuosa.

Junto a ella, la mansedumbre en él, es natural. Estando juntos, él se conduce de una forma sencilla y moderada. La observa y aprende. Maestra y alumno bailan una danza de maneras y opuestos.

Me queda la sensación que, el humilde caballero, lo que más quiere es no desentonarle a ella, cuando caminan lado a lado. 

16.3.09

anecdotario King Kirin


Ya no puedo mirar con inocencia. No me estoy alabando. Tampoco tirándome abajo. Solo declaro una obviedad, lector atento. Cuando alguien me habla, mas que escuchar la palabra que me dice, escucho las que no dice, me pregunto porque eligió esa en particular, hasta saco mis propias conclusiones de las que pueden venir.

Trabajo, ya le he dicho, en un restorán, donde la mayoría de la gente pasa mientras que yo quedo. Desde mi orilla lo que más hago, cuando me aburro, es mirar a los que pasan.

Ni bien abierto el salón se me sienta en una mesa una cincuentona, elige de la carta una botella de agua. Me pregunto si querrá hielo pero no puedo trasladarle la duda  porque cuando llego a la mesa ella duerme como deben dormir los ángeles, si los ángeles tuvieran una cartera para abrazar. Decido no molestarla.

Entra un viejito que pide una botella de vino, mientras espera, abre una carpeta de cuero que trajo con él, en el interior solo una foto de una mujer que sonríe. La ceremonia me anuncia que el tipo trae a comer con él la foto de la mujer que se le ha muerto. Se demoró nada más que la primera copa para contarme que vive fuera del país, pero que cada año, en esta fecha, vuelve a visitar la tumba de la mujer que falleció hace diez años.

-Este país da asco pero vuelvo por ella.- Sonríe a la fotografía. –Estoy el tiempo justo para ir a verla. Al día siguiente parto.

Mientras termina de almorzar no puedo dejar de preguntarme: ¿Cómo será cargar con la imposibilidad de vivir en la ciudad que guarda los restos de la mujer que amaba? Cuando no se puede manejar el odio es mejor depositarlo en algo externo, en algo que a la vez no se pueda matar. En una entidad.

De la otra mesa, despierta la señora, pide la cuenta y paga.

-Le pago porque cuando se me haga hora me voy. Ahora me sirvo la comida.

Sin embargo se acomoda y sigue durmiendo. Me siento en la obligación de decirle que esto es un tenedor libre, que si no se sirve no va a comer. Pero no se inmuta en este respecto.

Despido al viejo del problema no resuelto. Pienso que el amor es una cosa extraña, verdaderamente.

Mucho por un día, pienso para mí. Suficiente. ¿Será? Sucede que no. Tuve que soportar de un chino descerebrado un instante de lucidez. Si bien no la sacó barata, porque terminó con dolor de muelas, declaró que un soltero puede darse el lujo de malgastar la plata. Esto ante el simple acto de comprar una coca cola.

Soltero: a saber, un tipo que puede disponer libremente de su dinero, cosa que no le ocurre a un casado, que debe pactar con su mujer la forma de gastarlo.

Chino miserable y pollerudo. Buscaba más epítetos pero la mesa-cama me está llamando.

-¿Cuanto es, mozo?

-Usted ya pagó.

-¡Ah! ¡Qué inteligente de mi parte!

-Pero… Todavía no comió… acá tiene que servirse sola la comida.

-Ya se me hizo tarde. Me voy. Chau.

-Hasta la próxima.

Ahora si. Suficiente. 

9.3.09

ca ga dor

El cagador tiene, si o si, que tener las bolas como para buscar fuera de su entorno a quien cagar. Pero si además es un cobarde, no respetará vinculo alguno. O peor. Exigirá que se respete el vinculo a su favor.

Amparado así se convertirá en alguien peor que Judas que, al menos,  buscó una higuera pertinente. Porque si me vas a cagar, siendo que te vi crecer, venite de frente. Escuchame un ratito y hacete  cargo.

Sos el peor cagador, sin familia, sin amigos, sin Dios.

8.3.09

Tres cosas gerontas

Cuando uno es viejo:
-Deja de conerle la piel al pollo.
-Se empastlla hasta para el sexo.
-Es más tolerante con los pecados ajenos.

3.3.09

la que espera, desespera.

Y al recordar la dicha que soñara
mira esa carta que un día él le mandó
pidiéndole que ella lo perdonara
si nunca más volvía... y no volvió...

Una lágrima (tango)

Ponga en una mesa dos tipos, un cincuentón y un treintañero. Hágale escuchar el tema “la historia de María” de los Pimpinelas. Pregunte si les suena en algo la canción.

Cincuentón: ¡Penélope!

Treintañero: ¡El muelle de san blás!

Déjelos discutir, si le divierte, sobre las valías de los temas, géneros y autores. Sígame de todos modos por un rato, lector atento.

Puesto a pensar, lo primero que sale decir, es que en este siglo ya no hay Penélopes que tejan y destejan las mortajas de  sus Ulises ausentes. Déjeme que le diga que no lo sé. Habría que hacer un estudio mas minucioso pero puedo admitir que ya pasa menos por las reglas actuales entre los enamorados. Ahora bien, si lo próximo que está por decir es que las mujeres ya no esperan a los hombres es ahí donde nos separaremos de caminos, lector atento.

Las mujeres de este siglo se habrán liberado  de muchos tabúes y limitaciones, pero yo digo que no dejan de esperar. Y es más, resulta más complicado porque esperan a alguien que no se ha ido. Esperan del hombre algo que el hombre no puede darle.

Los hombres,para poder estar con ellas, prometemos intentar ser los que ellas quieren que seamos. Y ellas se avienen a esperar. Pero el hombre tiene en su naturaleza al Vikingo. Toma lo que necesita y si no lo tiene se arregla con lo que hay. Cuando todo  se acaba busca otra aldea para asolar.  La mujer en cambio tiene otras expectativas y sueños. Se establece y siembra. A veces cosecha y vuelve a sembrar. Ambos se expanden hacia el futuro pero por distintos caminos. A veces esos caminos se juntan. No se demore haciendo juicios de valor, lector/a atento/a. Pasa.

Borges decía que uno nunca vuelve a ninguna parte porque todo cambia y uno nunca es el mismo cuando regresa a un lugar que tampoco es el mismo. Penélope, la de Serrat, se vuelve loca y le dice al tipo no sos el que espero. ¿Cuantas veces le pasa, lectora atenta, que el tipo viene contento a usted porque piensa que logró hacer algo que la haga feliz cuando en realidad es una pelotudez? No es el que usted espera.

Es una tragedia gigantesca. Los tipos no podemos darles lo que ustedes esperan. No me pregunte porque. Yo no le sé. Es un horrible misterio para mi. Sin embargo veo a todas las mujeres que me rodean que esperan algo de sus hombres y veo en ellos la incapacidad de darlo. Y como la Penélope de la canción se vuelven locas. Ojo también me pasa. No hablo desde afuera.

En el mito Ulises vuelve. Recuerde lo de Borges pero digamos que vuelve. Puede decirse que Penélope acepta con paciencia y amor lo que vuelve. Elige.

Dígame que es feliz, lectora atenta.

penelope

2.3.09

de la vida misma…

put

Seguramente fue bautizado con fe y amor. Pero a la hora de elegir el nombre nunca se imaginaron los padres que podían perder los estribos y proferir en un restorán una frase de este grosor:

-¡Jesús! ¡Pendejo pelotudo vení paraca! ¡Te voy a romper todo lo que se llamacara! ¿Mentendiste Pu ti to!

26.2.09

Instantáneas del infierno.

Enferma el estómago ver el gesto ampuloso con el que los avaros entregan un peso de propina.

¿Cual otra cosa puede ser el infierno que la repetición incasable de un gesto miserable?

23.2.09

cosmogonías


Un filósofo de estos de dos pesos puso a  rodar en mi cabeza eso de que la conciencia perdura.

Viene a ser mas o menos así. La parte física es finita (no haga chistes tontos, lector atento) pero hay algo en el hombre que es eterno. La conciencia le dicen ellos porque tienen miedo de usar la palabra alma, tan cara para las religiones y tan poco científica.  Cedámosles en conciencia entonces, para poder continuar. Yo creo que se usa esta palabra porque lleva implícita un conocimiento. Algo así que como que tener conciencia de algo es conocer ese algo. En fin.

Se separan de las religiones en que no existe un destino moral para después de muerto. No se pretende enseñar a vivir o al menos eso se proclama. El cielo y el infierno parecen a este sistema de ideas una fabulación con fines pedagógicos. Según ellos en el momento de la separación la conciencia, recordando lo que fue hasta ese momento, emprende un viaje por el cosmos hacia un reservorio donde simplemente son. Durante el camino aprenden. El largo viaje justifica el carácter eterno de la entidad.

Todo muy bonito.

Casi le digo que me gusta, lector atento. Convengo en que, fuera del cuerpo, solo seamos memoria y voluntad. Anhelos e historias tironean los 21 gramos de espíritu que somos. Si algo mío debe perdurar es más que nada la memoria de lo que he sido. De otra manera ya no sería yo. Una voluntad sin memoria tiene que ser una fuerza caótica que no haya sentido y que no será feliz (si ser feliz es un destino deseable).

¿Se acuerda de Dory, el personaje de “Buscando a Nemo? Se olvidaba de todo y aunque parecía estar siempre alegre, le faltaba algo. Yo le veo la cuestión de que la felicidad es el resultado de un camino que uno debe recordar que hizo. De otra manera sos como Dory, constantemente preguntando como llegó hasta ahí y con cual propósito. La memoria se convierte en algo que define a un hombre (o a un pez). Dispuesto a aceptar el viaje iniciativo pongo como condición que no haya ningún baño de olvido. Me niego a ser  Dory y me niego además que un tipo como Marlín sienta pena por mi.

Los que creen en la reencarnación adoran la remojada en ríos de olvido. Yo me pregunto como funciona eso. Si olvido lo que fui para ser alguien más, pues lo seré del modo más completo. Seré una nueva criatura. El reciclado será total. Si la cuestión es aprender, la memoria es un elemento principal. Decidido a cambiar es menester recordar porque se ha tomado la decisión. La lección debe estar siempre a mano de la conciencia.

Ya lo dice la maga “El diablo es el olvido”. Borges también se prende a esto con  un verso de su poema el alquimista: “Dios, que sabe de alquimia, lo convierte/ en polvo, en nadie, en nada y en olvido.”

Ya la muerte es una forma de olvido en la vida de los que siguen vivos, valga tanta redundancia. Déjeme a mí cargar con mi memoria.

Como ya dije todo muy lindo.

No me gusta que el viaje suene tan solitario pero no se puede arreglar a piacere. Me parece que yo andaría un largo tiempo dando vueltas por acá cerca sin decidirme a partir. Me repetiría constantemente las palabras de Pedro: “Señor ¿a donde ir?, solo tú tienes palabras de vida eterna”

Me parece importante que, además de recordarme a mi mismo, alguien más se acuerde de mi y esa entidad forzosamente tiene que ser Dios. Ya si Dios te olvida…

Los griegos sabían que cerca del olvido estaba la muerte. Tenían ese acantilado en Leucade, de donde tirarse para hallar el olvido de las penas de amor o la muerte, cuando no las dos cosas.

Crear una cosmogonía donde el cuerpo se pierda pero no la memoria me resulta interesante. Me despierta simpatía. Note que no dije que me convence.

Piense usted, lector atento, y sobre todo no se olvide. pensador

13.2.09

aruspicina (no es un remedio) y otras yerbas

Parece lógico que si existen leyes en el universo, tanto la parte como el todo estén sujetos a ellas. Por lo tanto, si se puede vaticinar acerca de la parte, el todo no guardará misterios. O viceversa. Es este principio y no otro el que gobierna a varias de las “ciencias” que prometen decirte que va a pasar o de cual manera se perfila el futuro. La astrología se parece a la lectura de tripas de pájaros en eso. No me voy ocupar, lector atento, de levantar juicios de valides ni por la astrología ni por la aruspicina. Que tire la primera piedra el que esté libre de supersticiones.

Dígame, sin embargo, si no es una idea interesante, más allá de que sepamos usted y yo, que la parte puede tener una ley particular si incurrir en una contradicción con las leyes generales del todo. El conocimiento, entonces, de la totalidad de las leyes de todas las cosas se hace impracticable para cualquier criatura que no sea un Dios. ¿Cuál interés puede tener un dios en compartir un misterio con los hombres? ¡Vamos! El futuro se vuelve una sombra, entonces. La misma que siempre fue.

A veces caigo, muy a pesar mío, en una forma personal de superstición. Me sucede con algunas cosas que siento que quieren darme un mensaje acerca de mi vida. No estoy seguro de que sean cosas futuras. Más bien tengo la sensación que son cosas que están pasando pero que no llego a ver claramente.

Un perfume que se acabó más allá de toda duda tiene que ser un sms de las parcas que cortan la vida de todo con sus tijeras de oro. Ese sms puede ser sobre la persona que me hizo el regalo. Todo tiene que estar conectado ¿no?

Una bolsa de plástico que cruza distancias en el espacio y en el tiempo solo para aparecer el día menos pensado entre la maraña de otras bolsas que pueblan mi vida, me traen la memoria de los que me la dieron, aunque lo que me dieron en ella ya no exista.

Aprendo constantemente a vivir con esto. Me considero enseñado en eso de que la mejor condición del futuro es que quede siempre adelante, tras su cortina de misterio. Le que queda bien eso. Sin embargo a mí no. Si tras mucha meditación trascendental me pudiera quitar esa cuota de superstición lo haría. Mientras tanto convivo con ella, como con algunas otras contradicciones. Miro a veces la confianza que algunas personas depositan en estos juegos cósmicos y me guardo mi asombro por respeto.

Lo mas extraño es que, cuando este futuro sea pasado, sabré como encajaban las piezas. Hasta me quejaré de mí mismo, ante mí mismo, por no haber hecho el dos mas dos tan obvio. En fin.

Por lo pronto paciencia. Mejor me las arreglo con el hoy que es lo único que me mira a los ojos. Usted sabe, lector atento. El pasado no tiene arreglo y el futuro es una promesa. Una que no puedo descifrar con los datos que me proporciona este presente tan mal educado que habla en versos.

5.2.09

Uh!

He descubierto, no sin alguna inquietud, que los estúpidos congénitos se reconocen. Por ejemplo: En un lugar donde la gente se renueva constantemente, pongamos por caso un restorán, si hay uno que siempre está, pongamos por caso un mozo, y otros que pasan, ambos con un grado sumo de estupidez; se verán solo para saberse iguales.
No hablo de un reconocomiento antagónico, como el que harían dos seres inteligentes al encontrarse en un restó, pongamos por caso ud y yo lector atento. Sabedores, como somos, de que las personas capaces de amarnos son pocas o de que hace calor y las sillas justo bajo el aire no abundan o que la parte rica del pollo se acaba, competiremos. Renunciaremos a algo para ganar otra cosa, seremos leales o no, elegiremos el campo de batalla donde mejor nos desarrollemos pero seremos rivales.
Estos que le digo, no. Ni ahí!
Sonríen como monos al mirarse. Hacen aspavientos. Aveces gritan Eh!. Destilan cantidades industriales de baba, como si se estubiesen aguantando las ganas de darse un beso francés.
Pero más que nada hablan de estupideces. Resulta muy irritante verlos pero es insufrible escucharlos. Hasta el estúpido medio sabe que hay algo mal sin que sepa decir que es.
Molestan!
El estado debería educarlos.
La ciencia debería ver la forma de que no se encuentren.
Los seres inteligentes deberíamos estar autorizados a abandonar el lugar.
No se.
Algo!