30.10.22

Sam lucidez.


 Frodo suspiró y se durmió casi antes que Sam hubiese dicho esto. Luchando con su propio cansancio, Sam tomó la mano de Frodo; y así permaneció, en silencio, hasta que cayó la noche. Luego, para mantenerse despierto, se deslizó fuera del escondite y miró en torno. El lugar parecía poblado de crujidos y crepitaciones y ruidos furtivos, pero no se oían voces ni rumores de pasos. A lo lejos, sobre los Ephel Dúath en el oeste, el cielo nocturno era aún pálido y lívido. Allá, asomando entre las nubes por encima de un peñasco sombrío en lo alto de los montes, Sam vio de pronto una estrella blanca que titilaba. Tanta belleza, contemplada desde aquella tierra desolada e inhóspita, le llegó al corazón, y la esperanza renació en él. Porque frío y nítido como una saeta lo traspasó el pensamiento de que la Sombra era al fin y al cabo una cosa pequeña y transitoria, y que había algo que ella nunca alcanzaría: la luz, y una belleza muy alta. Más que una esperanza, la canción que había improvisado en la Torre era un reto, pues en aquel momento pensaba en sí mismo. Ahora, por un momento, su propio destino, y aun el de su amo, lo tuvieron sin cuidado. Se escabulló otra vez entre las zarzas y se acostó junto a Frodo, y olvidando todos los temores se entregó a un sueño profundo y apacible

El Retorno del Rey. Tolkien 

17.7.21

Un Tiempo.



 Todo vuelve.  

Yo mismo vuelvo constantemente a situaciones, a lugares, a personas, etc. Volver es el modo que me sale utilizar para luchar contra la sensación de pérdida, y con este desgastante hábito me paro un poco más seguro ante esa otra horrible sensación, madre de la primera que es la sensación del Paso de Tiempo.  Al final no es más que una rabieta infantil del que sabe que no va a ganar, pero no es la primera vez que me meto en batallas así. Esto soy, Lector atento.  

Digo.  

Cuando me cruzo por la calle con tatuajes “Soltar” miro a la cara al portador anhelando encontrar a un hermano. Una persona que ya haya recorrido su propio camino hasta esta ineludible e impactante encrucijada; El Tiempo Pasa. No hace escándalos, no lo grita a los cuatro vientos, no te manda notificaciones. Con lo único que se deschaba es que te quita cosas; si no es que en realidad son sus cosas y solo las recupera. No importa, Lector atento. El abrupto día que descubrís que la sensación de pérdida lleva la marca de agua de su patrón El Tiempo, te define. Yo tengo que para mí que depende de cómo te hayas educado para manejar el vértigo. En mi caso muy mal. Yo me aferro. Admiro y desconozco a los que eligen soltar. Les tengo desconfianza, pero no los juzgo. Si tengo tiempo los interrogo, trato de entenderlos y por último aplico su lógica y los suelto.  

Y si bien le doy la razón a Charly en eso de que “Cuando el mundo tira para abajo es mejor no estar atado a nada” porque es verdad y porque siempre hay que darle la razón a Charly. Solo me pregunto qué paso cuando uno es el que tira para abajo. Cuando uno es el cae. Perdón Charly, yo me aferro.  

Llegado a este punto me impongo creer que se entiende que no hablo tanto de cosas materiales ya que no soy tan ingenuo, Lector atento. Las pocas cosas a las que me aferro son accesos directos a recuerdos queridos. Recuerdos de cosas, personas, lugares, experiencias. Sobre esa memoria vuelvo como si le estuviera ganando al Tiempo.  

Por eso vuelvo hoy a este Blog. Pasaron diez años. Yo ya no soy el mismo. Miro los últimos posteos con cariño y me sonrío ante la candidez del que los escribía. Cuando digo que no aferro a las cosas materiales no es que quiera venderme como un asceta. Solo es que me gustan las cosas nuevas y viajar liviano ergo las cosas materiales se cambian y solo las que puedo cargar. Blogger pasó de moda hacer rato. Si lo conservo es porque alguien lo guarda por mí. Y porque de vez en cuando puedo volver. En fin. Acá estoy.  

Miro que entre lo último que escribí el tema era Monk. O una idea que se disparó después de mirar Monk. La cosa es que volví a escribir para contar algo que me pasó mirando Monk. Pasaron años (diez, ahora lo sé) que no miraba la serie. La encontré en Amazon Prime y dije vamos,¿ por qué negarme a un tecito de nostalgias?. Una escena me hizo ruido y acá estoy. Un círculo perfecto. O un espiral. Veremos.  

Lo que me pasó se puede resumir así. Hice captura de pantalla de la escena como apoyo visual. Como se lee se habla de un femicidio. En 2009 que se filmó la Temporada no se había establecido el término, al menos no como está ahora. De hecho en el audio Monk dice “So, it is not a crime of passion” a lo que el traductor decidió poner como se ve en la foto. Me gustó que una multinacional que se dedica a tener contentos a sus clientes haya decido llamar a las cosas por su nombre. Que se ocupe de contextualizar.  

Pero también me di cuenta que el Tiempo a veces me habla como amigo y otras como enemigo. Esta vez me explica que las cosas a las que me aferro cambian, para bien, pero cambian; que mi mirada sobres esas mismas cosas cambia; que yo cambio. Que nada permanece porque el cambio es otra forma de que él marca las cosas. Porque él es el Tiempo y es SUPREMO.  

23.11.11

Dígame hipócrita!

Estoy explicando a un aspirante a mozo que mientras sirve la bebida no tiene que tocar la copa.
-El cliente puede decir que le ensuciaste la copa, me entendés?
Ese segundo que transcurre entre mi pregunta y su respuesta es transcendental para sentirme mal. Estoy educando a un tipo en una hipocresía. Todos sabemos, lector atento, que la misma mano que no te toca la copa, es la que la puso donde está, cristalina. Es todo una mascarada, un baile de convenios, una mentira.
En fin.

21.11.11

Updata

Hoy descubrí que el Indio Solari tiene las mismas fobias que Monk. Un tipo que sufre mucho. Una gran persona.
Piense, lector atento, que es una persona que convoca multitudes, y que no soporta el contacto humano. Textual de la entrevista que le hizo Mario Pergolini para Cual es!:
"Yo no soportaría estar en un pongo de los que se arman en mis recitales."

31.10.11

Un reloj de sol a la sombra de un árbol.

monk

Parece que Monk basa toda su fuerza detectivesca en descubrir que cosa está fuera de lugar y de asignarle un motivo a dicho desorden. Una relación causa y efecto directa que le dice a él y a nosotros, sus espectadores, como se cometió un crimen. No estoy diciendo nada nuevo, la serie pregona a cada momento estos conceptos. Todo en el universo tiene un lugar. Las 13 personas que frecuentan este blog saben como lucho a diario contra lo que considero una inmensa mentira, sin embargo me hago cargo de los que buscan desesperadamente ejemplos claros de ese orden y la deducción implícita que le gusta darles. Un signo claro de la locura ante mis ojos.

Creo en Dios. Creer en Él, es considerarlo un ordenador. Dios es el que puso cada cosa donde está. Sin embargo también puso en el hombre el principio del caos. Algo así como un escritor que necesita de la maldad para que trama se desarrolle. Porque seamos sinceros; no todos somos Flaubert describiendo bellamente al mundo. Los mediocres escribimos sobre el movimiento.

La escritura es una actividad sedentaria. Quizás sea que para notar el movimiento en todo su detalle se necesita un punto de referencia y un punto es un lugar determinado. Por eso digo que un escritor, o narrador; lo que más somos en este tiempo vertiginoso de veloz; es un tipo en pausa. Nunca quieto. En pausa. Porque para elegir qué describir y cómo hacerlo y con cuales palabras hacerlo; necesita hacer un paso para atrás para contemplarlo. Tomar distancia.

Con Monk, lo de tomar distancia, se logra gracias al TOC. Ádrian se aísla del mundo, temeroso de sus gérmenes y su mugre, ganando con esa distancia, un punto seguro que lo ayude a mirar lo que otros no ven. Desde allí, hace otro relato de los hechos, juega con las piezas hasta que calzan. Cada tanto una epifanía.

Me pregunto si Monk piensa, como pienso yo, que acomodar los hechos y darlos a conocer, no es ser verás. Que sí, hay un orden; que sí, hay un ordenador; que sí, hay movimiento y hay alguien que comprende hacia donde va y cuanto falta. Que la entidad, como quieras llamarla, lector atento, no comparte con el hombre dicha sabiduría. Que a fin de cuentas navegamos a ciega.

¡Ojo! no me estoy quejando, entienda bien. Ese misterio que envuelve a la vida y a las acciones de los hombres justifica la literatura, entre otras vanidades. Estaría bien decir que esta incapacidad del individuo para acceder a un conocimiento completo de las cosas le da alas para fantasear con diversas justificaciones de lo real y tangente.

Monk con estas dos particularidades que he nombrado es un buen candidato a ensayarse a si mismo como un productor de literatura, además de ser un excelente objeto de narración. Supongo que Stephen King, por nombrar uno, sabe de eso de que tus personajes sean escritores desquiciados.

Me gusta pensar, igual que a los biógrafos, que un escritor es un tipo marcado. Una persona que carga con un trauma que busca acomodar. Tomar distancia tiene su precio. Ver el polvo que se poza sobre las cosas es algo que Monk sufre, antes que disfrutarlo.

Mirando la escena donde trata de explicar lo que él ve tan claro y los otros no, me dio muchas ganas de esto. De ponerme yo a marearlo yo a ud, lector atento.

¡En fin!

29.10.11

Fuaa!!

Jorge Luis Borges.

El enemigo generoso.

 

Magnus Barfod, en el año 1102, emprendió la conquista general de los reinos de Irlanda; se dice que la víspera de su muerte recibió este saludo de Muirchertach, rey de Dublin:
Que en tus ejércitos militen el oro y la tempestad, Magnus Barfod.
Que mañana, en los campos de mi reino, sea feliz tu batalla.
Que tus manos de rey tejan terribles la tela de la espada.
Que sean alimento del cisne rojo los que se oponen a tu espada.
Que te sacien de gloria tus muchos dioses, que te sacien de sangre.
Que seas victorioso en la aurora, rey que pisas a Irlanda.
Que de tus muchos días ninguno brille como el día de mañana.
Porque ese día será el último. Te lo juro, rey Magnus.
Porque antes que se borre su luz, te venceré y te borraré, Magnus Barfod.

1.9.10

Lágrimas sobre el Baño María

No diré que estaba tranquilo porque estaba en mi trabajo y en ese lugar nunca estoy tranquilo. Quizás tenga que concederles un atisbo de verdad a esos que dicen que trabajar no es natural en el ser humano. A mí me toca hacerlo en un restorán tipo bufet. Pusimos, para no tener que destinar una persona a esa sola tarea, sobre la maquina de baño María, un cartel que avisa “¡Cuidado! Maquina caliente, no se queme”. De todos modos como sabemos que a los adultos les gusta leer pero a los niños no, siempre que vemos a un infante e incluso a un púber rondándola, nos hacemos cargo de su pereza y los precavimos, de viva voz, que la maquina quema. De todos modos ayer gritó uno ¡y de doce años para colmo!

Ahora bien, de todos los que llevan gritando sobre el mismo dolor este en particular me despertó esta pequeña reflexión, lector atento. Podría enunciarla de esta manera.

Cuando uno es joven hay cosas que le pasan mientras está distraído, muchas veces esas cosas causan dolor.

Un agregado interesante sería: No importa cuantas veces le hayan advertido a uno. 

Están; el conocimiento racional de que hay cosas que queman, y esa necesidad de degustación de placeres a mano llenas. Ambas cosas rivalizan, y la primera se interpone en el camino de la segunda. Un joven se lanza kamikaze sin importarle nada. Me acuerdo y se me hace agua la boca. 

Estoy dando una vuelta muy grande, lo sé. Ejemplifico más, mientras usted se rasca la frente, lector atento. Una mujer puede ser las dos cosas. Un cuerpo que invita a la degustación puesto sobre un carácter que quema si no se sabe donde poner la mano. El secreto está en que la urgencia del deseo no distraiga de la inminencia del peligro. La obtención de dicha habilidad separa a los niños de los hombres. Aunque debo admitir que conozco tipos de más de treinta años que son como niños en este sentido. Tampoco los culpo. Me causan gracia solamente.

Hago una salvedad de última hora. No creo que esté mal. Quemarse por cosas que valgan las penas está bueno. Ciertas cicatrices llenan de orgullo. Y acá aparece una delgada línea. Conseguida una cicatriz ¿Cómo fue obtenida?

 

30.7.10

El Roca.

Transportar algo es, naturalmente, llevarlo de un lugar a otro. Cualquiera, yo en este caso, podría oponer que parte importante de ese trabajo presupone que la cosa no cambie mucho en el camino, puesto que si cambia mucho ya no sería la misma cosa sino otra distinta.

Paso por alto las consideraciones que hacen mucho en la literatura, de la onda, el camino te cambia, que lo de dejar huellas es reciproco y demás yerbas. Dejo tranquilos a “El Quijote” y hasta a “The Lord of the Rings”, Y mas que nada a la producción completa de Richard Bach.

Digo transporte por ser general y de pasajero si me conmina a ser especifico. No puedo dejar de preguntarme si Dios no se habrá ofendido de que me haya reído tanto el día que me anoticié de que la “Gente bien” de la Argentina cuando rumbeaban para Europa se llevaban estacionada una vaca en las bodegas. ¡Querían leche fresca, che! Aclaro eran viajes en barcos en tiempos de las colonias.

¿Tanto te reís? ¡bueno! viajá como vaca. (Dialogo de Dios simplificado)

No fui estacionado en ninguna bodega, ni se me ordeñó por suerte o por misericordia divina, pero el malestar de ser puesto ahí y llevado sin miramientos ni consideraciones, bueno… eso sí. El ferrocarril Roca que cubre la ruta Buenos Aires-Bahía Blanca es un servicio malo. Podría poner malévolo o maldito pero no, porque para ser así hay que tener conciencia y los que administran este servicio son unos inconscientes.

Separado del hecho que no pienso usar nunca mas susodicho medio de transporte tengo que admitir que aprendí algunas cosas. Desde ahora y para siempre ya sé lo que es que se te “congele la sangre” una expresión tan querida por los autores historias de terror, sobre todo las orales. Estar sentado en un cubículo de  metal que se mueve contra la resistencia del aire y que por obra de alguna desidia no posee selladas las hendijas es permitir que eso, helarte la sangre, ocurra.

La iluminación de la película “Saw” me pareció uno de los efectos mas logrados de la misma. O luz mortecina, citando al tango, o luces saturadas, casi transpirantes. El director debe haber viajado en el roca. Bueno resulta que las luces de estos carromatos tienen un sistemas de bobinas que se cargan cuando al tren está en marcha pero que no se mantienen cuando para. Así que en los momentos que se paraba en medio de la nada las luces se apagaban con la mala pata de que, el que estaba caminado por los pasillos terminaba sentado en alguna falta ajena y desagradable. Mientras uno quería dormir en lo mas acelerado del viaje las luces desplegaban toda su molesta potencia.

Frio y luces que no encontraban su justo medio. ¿Ya es mucho? Polvo. Baños ancestrales, de cuando los ancestros hacían sus cosas en un hoyo. Desde ese agujero se puede contar los durmientes si uno logra mantenerse en pie. La mala disposición de todo el  personal solo se explica con la realización de un casting especial de personas malgestadas (del verbo gesto no gestar). En fin… ya no sigo.

Yo siento que después de esta experiencia algo en mi vida no va a ser igual. Me dicen que el derecho de libres caminos esta amparado por la constitución. Me cabe, tras la luz de haber sido maltratado en dichos caminos la posibilidad de quejarme.

¡Ay de mí!

22.7.10

Parkour

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Parece que la palabra define un tipo de deporte que practican los jóvenes de grandes ciudades. Yo diría que se trata de correr, dando saltos sobre accidentes de manufactura humana, sin olvidar intercalar todo tipo de piruetas. Algo que con mi sobrepeso no puedo realizar pero tampoco condenar. Lo vengo viendo en un par de películas francesas. Quizás por eso nadie me saca de la testa que la cosa viene de allá.

Puse la palabrita en el Google y ahí se explica minuciosamente la cosa. Hasta se habla de una filosofía que va pegada a la acción de andar disparando como espantado. Además lo de lo urgencia por la vida sana ya me lo veía venir.

Visualmente tiene su impacto. Recelo que deben elegir los escenarios donde mostrarlo de una forma más lucida. En los filmes que me tocó verlo, siempre se trata de justicieros perseguidos por fuerzas opresoras. Todo muy lindo.

No pude evitar ponerme a volar y tratar de instrumentarlo en Buenos Aires, haga otro tanto, lector atento. Opino que la zona para mejor explotar el perfil de los deportistas es la del barrio de Avellaneda, partido del mismo nombre. Por lo que vengo viendo las fabricas abandonadas son los campos de carreras donde les gusta mostrarse a los Franceses. Por supuesto hay que preparar el terreno. No encajan en mi mente los pibes del conurbano bonaerense con los musculosos actores de las pelis. Pongamos por caso que la visitan solo por solazarse con estas practicas los jóvenes de la capital que se sentirían demorados topándose con los trotadores de Palermo.

  • Reforzar los techos de los galpones sería una medida cautelar porque, no lo dije aún, el arte del deslizamiento incluye andar por los tejados y cornisas, cuya escases es proverbial en los bosques de Palermo.
  • Avisar a la policía. Cualquier tipo joven que corra como si lo llevara el diablo es, a los ojos de un sargento bonaerense, alguien que se lleva algo ajeno. Una axioma que se basa en la experiencia por aquellos lares. Lamentablemente.
  • Poner horarios límites para no interrumpir la recolección de metales u otras actividades vinculada con la consecución de dinero y que nada tiene que ver con el deporte.
  • Marcar los desarmaderos de autos para que los practicantes los eviten y a su vez los dueños de los mismos eviten matarlos a tiros.
  • Poner minas por ahí para que los muchachos se sientan atraídos por el tema.

Hasta aquí es lo que yo pensé mientras hacía compras en el supermercado. Para ese fin fue suficiente. Aclaro que de ninguna manera pienso practicarlo.

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19.7.10

Sobre “The Prestige” y una de sus dualidades.

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Me salgo de mi vaina por discursar sobre las cuestiones metafísicas que la película “El gran truco” deja de lado para contarnos otras, las que, mas que nada, interesan a sus creadores contar.  No descarto que un día lo haga.

¿Usted la vio, lector atento? Todas sus intrigas se generan y se  resuelven a través de la dualidad. Dos que compiten por la gloria dentro del negocio de la magia. Dos que pagan cualquier precio. Un artificio cuyas leyes secretas son la semejanza entre dos individuos. Uno que aprovecha una ventaja dada por la naturaleza contra el otro que pone de su lado un invento del hombre. Otra vez dos soluciones opuesta según el ángulo particular de mis anteojos.

Auspiciar el destape de un prodigio es, la mayoría de las veces, convertirlo en una verdad banal. Casi, me conminan a decirlo, un pecado cuyo castigo no existe aun y debería ser la suma de todos los pesos impuesto a un pecador. Aunque no estoy tan seguro. En fin.

Claros en esto, me voy a permitir extenderme sobre la más humilde de las dualidades del film. Cuando un mago se para en un escenario enfrenta a dos grandes grupo de espectadores. Digo magos modelo galera y moño, no modelo Harry Potter.

Ya en la boletería uno debería exigir su entrada de acuerdo a cual va a ser su actitud frente el truco de magia. O vas a aceptarlo sin discutir, o vas tratar de destripar el acto para enterarte de sus secretos. Lo mismo que los psicólogos que deben decidir si van a recurrir a la niñez para poner un marcador en el momento donde la psiquis se fue a la mierda; o si van a trabajar afanosamente para que uno se acepte tal cual es, dándose besos en el espejo.

Bueno ¡está bien!, son muchos los que hacen esa elección de excusas sin recurrir a un profesional, así de amateur nomás que somos los pobres. Sin embargo la cuestión no es menor. A todos (quien más quien menos) se les presentan momentos de ocios en los que, por un corte le luz no se puede recurrir a los chupetes electrónicos. Cuando no es un estúpido, es uno mismo que oficia de tal, que viene y pone sobre la mesa preguntas del calibre “¿Como lleguás a esto?” o cualquiera de sus variantes.

Si el mago es habilidoso y desarrolla bien su figura tanto los deslumbrados y los descreídos sufren en un fuero intimo. Les duele aceptar que han sido timado. Nunca es un momento lindo. Los que fuman se prenden un puchito y se lo fuman admirando el incandescente consumo del tabaco, como con una escusa para mantener la cabeza erguida. Los otros caminamos o miramos el techo o sorbemos mates en silencio. No excluyamos a los que hablan solos. No sé, algo.

No hay respuestas que sean correctas, pero te dejan en una de las orillas del río. Mirar al pasado o al futuro. De donde vengo o a donde voy. El río es el presente que  a veces viene calmo y a veces viene movido. Es sobre lo que hay que navegar.

Si hubiera unos pesos en el asunto, me haría mago. Con mucho placer me subiría a esas tablas y me echaría flores recitando este lugar común:

-He descubierto que la magia es como la vida… bla bla bla…

10.7.10

Vainas y aceros.



Hubo tiempos; oscuros, me acotan los portadores de faroles; donde había un tipo de generosidad que ya no se entiende. Un guerrero que guarda sus armas ante un mequetrefe ejerce ese privilegio. La modernidad no le rinde sincero homenaje. Se desentiende del hecho sencillo que un león dormido es justamente eso: un peligro que por alguna arbitrariedad decidió postergar su ataque.
¡Un hombre que guarda su acero para evitarle a otro una humillación es un santo! Confundirse y declarar que esta piedad del justo es cobardía es como golpear las puertas del averno. La estupidez de un incauto. Agradecer es algo que bien cabe. Seguir con el camino. Mostrar cautela.
Yo soy de los que admira el arrojo de los inteligentes, cuando entendiendo un peligro se precipita a él. Me causa mucha pena, sin embargo, el necio que pisa un alacrán creyéndolo una cucaracha.

24.11.09

Judith

Me llamo Salvador. Que sea un nombre que indica una acción induce al error de creer que me bautizó alguna pitonisa que vio en mí una cualidad venidera, mas  ¡Nada que ver! Fui nombrado por mi padre que no miró en el futuro sino en el pasado. Nací un año y doce días después de la muerte de Salvador Allende, primer presidente socialista, elegido por sufragio universal y legal en Chile y en toda Latino América. De verdad que es un honor.

A pesar de lo que pudiera parecer, nunca tuve conflictos con mi nombre. Durante todo la primaria y la secundaria fui el único Salvador de la escuela. Casi no necesité apellido, lo que resultaba un alivio con el apellido que cargaba en el pueblo donde crecí. Desde que vivo en Buenos Aires solo respondo por lo que a mí me toca en mi apellido. En cambio en Rosario de la Frontera, pueblo sureño de la norteña Salta, el apellido te identificaba con una casta y con una historia ligada a esta. Soy el hijo directo del mas pesado de una familia de pesados. Rosario nunca me permitió olvidarlo. El día que, caminando por Avenida Las Heras, alguien gritó Salvador sin llamarme a mí, me di cuenta que estaba en otro lado, que una ciudad es distinta en eso. Allá éramos dos Salvadores y el viejo no salía de su casa nunca. Al grito de mi nombre tenía que hacerme cargo, nada que hacerle.

Eso sí, casi nadie estaba al tanto del dato histórico de llamarme así. De mi generación, estoy seguro, nadie. Los pocos que hoy lo saben es porque yo quise contárselo. Román, que decidió vestir de citadino durante los setentas, engendró hijos con huérfanas y en virtud de defenderlos los mandó a vestir de pueblerinos. Nunca sin embargó anotició a casi nadie de allá,  ni de sus gustos políticos, ni de sus inclinaciones conmemorativas. No es un dato menor que para reservarme del deber de ser como él me enviara a criarme justo donde él se crió, con la gente que lo rodeó para mal y para peor. Cosas que hace la  mente humana.

En un pueblo, sépalo lector atento, sobran tiempo y silencio. Pido perdón. Digo mejor que en aquel pueblo donde fui un niño sobraban estas cosas. La televisión no era aún el ser omnipresente que es hoy; mas bien; un lujo caro de tener. Entonces, la mejor formula contra el aburrimiento era mantener alimentado el morbo de conocer la desgracia ajena. Ser sociable,  decía la mujer de uno de mis tíos, el pollerudo. Aunque, por sentido común o por auto protección, no se jugase el juego, resultaba inevitable ser victima de él. Siempre se encontraba alguien dispuesto a informar de las cosas ajenas. La idea de un currículum resultaría una novedad aparatosa en los viejitos rosarinos de los ochentas. Un nombre. Un apellido. Toda la información necesaria ya estaba anexada con esas dos coordenadas.

Por supuesto, se adjetivaba siempre desde el lado oscuro del alma. Nunca eras la que amasaba pan para los pobres, siempre la que se había acostado con el profesor de matemáticas. Acercar ancianitas nunca era tan recordado como la cantidad de perros que te habías llevado por delante con el mismo vehículo. El mataperros García lo tenia claro. La minita de Graciano también. En ese contexto, apenas puse un pie en el lugar pasé a ser el hijo  de Román Figueroa. Y lo fui durante todos los años que viví allí.  Otra cosa de los pueblos es que las etiquetas te duran y las cosas cambian a un ritmo lento.

Las madres te educaban para que vivas tu vida de forma tal que nunca caigas en “boca de todos” ¡Cómo si fuera posible! La lección tácita de mi entorno era un poco más cruel pero más efectiva: La gente habla, es inevitable, así que es mejor que hablen con miedo. Eras un Figueroa, solo si ante tu presencia se hacia silencio. Por supuesto que se murmuraba en las sombras pero eso estaba bueno, que cerraban la puerta cuando querían cuerearnos. A veces, cuando asusto a algún cliente con la mirada me hago cargo de las marcas de mi raza.

Personalmente estoy condenado a escuchar, antes que nada, lo que llamaré la voz de mi propio juicio. Lo demás me chupa un huevo. Conozco en carne propia con cuales colores pintan los prejuicios. Vivir con miedo del parecer ajeno es una pavada y no es para mí. Por lo tanto, no encontrando para mi otro patrón mejor, la pequeña sociedad rural, me puso el disfraz de loco y me dejó ahí, tranquilo con mis mañas. Hasta los doce años me quedé con eso. Me parecía un contrato justo.

Judith, con doce años también, conocía lo que era pagar por los pecados de los padres. En su caso con los de la madre. Resulta que doña Marta era puta. Pero del tipo que lo disfruta. Si la tratabas descubrías a una mujer siempre jocosa, dada a sentirse amiga de cualquiera. Sin embargo era evitada exprofeso por las mujeres. Los tipos, por otro lado,  la buscaban, pero solapadamente y nada más que  por un rato. Ni siquiera estando casada dejó de atender con sus servicios. Su único marido abandonó rancho, ciudad, hija, fama de cornudo y otros vicios el día que se subió al primer camión que lo admitió como polizonte. Marta volvió a cobrar para comer. Algunas hasta suspiraron aliviadas porque una puta casada era un desorden insoportable. La niña, fruto del matrimonio, quedaba al cuidado de la abuela mientras la madre, ya sin esconderlo, se subía a las camionetas de los hacendados, o recibía a los peones en su propia casa. Casi toda una generación de pueblerinos pasó democráticamente por ella.

Reparé en Judith, hija de Marta, el primer día de secundaria. Algo en ella me llamó la atención. Sospecho que fueron sus tetas, porque esos fueron los años donde mi principal interés era este. Aunque también algo en los ojos, como un hambre.

Tengo para mí que la memoria responde a leyes internas. Me gusta negarle el caos, pero solo en el fuero íntimo, porque sé que es muy difícil encontrarle razones a porciones de recuerdos dispersos. Están ahí por una razón pero en casi todos los casos ignoro cual es tal. He olvidado  de ese primer día de clases muchas cosas; creo que he mezclado recuerdo de otros primeros días de mi vida, pero la imagen de ella sentada apenas al lado de la puerta del aula es la más firme de todas. La que yo sé que es de ese día.

Sin un plan en mente, averigüé donde vivía. Desvíe en dos cuadra mi ruta al colegio para hacerla coincidir con la de ella. Ignoro en este momento porqué  aceptó tan tranquila la forma unilateral en que decidí acompañarla todas las mañanas de lunes a viernes, de siete y quince a ocho horas, desde su casa hasta el aula de la escuela. Llegábamos juntos. A la salida ella volvía por su lado y yo por otro. Me parecía de desesperado perseguirla más.

Hablar con ella de tantos temas era toda una experiencia nueva. Se mostraba ingenua de las cosas simple de la vida hasta que  sacaba a relucir un conocimiento de algunas facetas femeninas. Los celos y la humillación eran temas que la apasionaban. Pero mas profundo calaba en ella la necesidad de pertenecer. Hacía esfuerzos sobrehumanos en pos de esto para, solo conseguir, a veces, mimetizarse. La diferencia es sutil, preste atención lector atento. No desentonar no significa ser parte de algo. La aceptación es fundamental para conformar filas de un grupo, y las mamás de ciertas nenas no miraban con buenos ojos a la hija de Marta. Más que otras, las del grupo en el  que Judith quería estar no permitirían jamás que eso ocurriera.

Los niños son crueles. Los adolescentes son niños vigorosos. Luego Judith sufría.

Yo era uno que renegaba cuando ella lloraba porque estas harpías no querían quererla siendo que yo si. El barbudo que soy hoy sabe que aquello no era amor sino calentura, pero el imberbe  de aquellos años no entendía la diferencia. Las comparaba y las que no eran Judith me parecían insulsas, sobre todo porque las niñas de familias bien no llenan los corpiños a los doce años; a veces nunca.

Ya para mediados de Junio me dije a mí mismo que tanta espera era insoportable, porque no toda la vida se tiene doce años. Tomada la decisión descubrí que no tenía experiencia en encarar una mina, sobre todo a una que posiblemente tenía mas información, por lo menos teórica, del asunto.

Por la misma época mis familiares sumaron su desaprobación a las virtudes de Judith. La tía Rosa me puso al tanto de las historias de la madre de “esa muchachita” y para que su discurso no fuera corto agregó su desaprobación. Además mis tíos varones sumaron su comprensión de que la chica me gustara y su desagrado a que, si pasaba algo, la cosa se supiera. El resultado matemático fue que mi lívido alcanzó niveles superlativos.

Vivía presintiendo y soñando con la forma de darle un beso. Me había propuesto que el beso sería el punto de partida de cosas que no sabía llevar a cabo pero confiaba en el instinto animal. Ya fuera el mío o el de ella.

La oportunidad se dio sin que yo lo buscara. Y de verdad que mi mente buscaba cosas. Faltaban dos días para las vacaciones de Julio y justo ese jueves yo me había quedado dormido. Caminaba imaginándola ya  en el  aula cuando la encontré, para vergüenza de mi imaginación, sentada en el banco de la plaza que cruzábamos todos los días. Sin sentarme le dije que llegaríamos tarde. Ella, sin pararse, que nunca iríamos.

Recorrimos los cincos kilómetros que hay entre la plaza y las Termas solo porque ella quería estar en un lindo lugar. Caminamos por el costado de la ruta hasta la falda de la montaña, subimos para luego bajar por el sendero que se hace angosto y agreste pasando de la Gruta de la Virgen porque para mí las Aguas Chica era un lindo lugar.  El arroyo de aguas termales nace muy arriba en espesura del bosque montañoso que allá nombramos monte. En el punto donde la temperatura del agua se hace soportable algún comedido construyó dos piletones de piedra y cemento. En el segundo nos pusimos a descansar del calor de las once de la mañana sumado a el esfuerzo de llegar hasta ahí. Bañarnos nos pareció tan natural como si tuviéramos ocho años.

El no renunciamiento a la ropa interior nos valía como tecnicismo legal ante la acusación de desnudez total. Pero a la hora de las declaraciones no me pregunte, lector atento, lo que produce en un púber el avistamiento de un conjunto íntimo femenino mojado. Dado que quise besarla y que quiso dejarme el beso sucedió. Como no tenía la barba aún fue algo sin técnica. Húmedo sobre todo; no tan solo los labios, sino también la cara y el pelo. Y su abraso a mi cuello. El agua caliente no se dignó a detenerse. Por un momento perdí el conocimiento de la ubicación de mis manos pero sabía exactamente donde sentía el avance de las manos de ella.

Judith estaba abriéndoseme sin que hubiese mediado muchas palabras, sí muchos gestos, mas no muchas palabras. Y de pronto se cerró. Usó palabras que no entendí de inmediato pero que fueron mucho más que un discurso para mí. Alejó sus manos de mí y permaneció laxa en mi abraso hasta que la solté.

Las palabras exactas fueron:

-Pará. Vos no podés salvarme.

Por supuesto se instaló el silencio, la distancia, diría que el miedo al contacto físico o visual. Mientras me vestía la frase percutía en cabeza.

-¡Como si vos te animaras a decapitar a Holofernes!

No tengo claro si la dije pero de verdad no importa. Tampoco cómo volvimos al pueblo y de cómo, desde ese día, nos ignoramos. Gracias al Altísimo, a esa edad, dos semanas de vacaciones alcanza para reemplazar un amor.

Al final de ese año ella reprobó casi todas las materias y tubo que quedar relegada al turno tarde. Yo empecé a alternar con otras pibas y ella en el mismo grado con otros pibes. Cuando me llegaban noticias de sus andanzas, la frase me sonaba en la cabeza, con su entonación y todo.

Incluso hoy, con tantos años y kilómetros de distancia, sabiendo que tubo que ejercer por necesidad la profesión que la madre hacia con gusto, me pregunto si de eso quería que la salven. ¿Podía una nena de doce años prever tanto un futuro? ¿Hijos no deseados, humillaciones y ultrajes?

¿Sería que solo quería que la salve del peso de la reputación de la madre en un pueblo de dos por dos hectáreas? ¿No es todo parte de los mismo?

En un punto no se equivocó. Salvador de doce años no podía salvarla. Salvador de treinta y cinco piensa que nadie salva a nadie…. En una de esas Dios pero por sendas misteriosas.

Lo que me queda claro desde este episodio  es que algún día seré llamado a responder por mi nombre.

Que para poder salvar a alguien hay que ejercer un poder o hacer un sacrificio. Que hoy no me siento preparado para ninguna de las dos cosas. Quizás nunca lo esté. 

¡Mierda!

31.10.09

Hay mujeres que buscan quien las ame. Definen a ese ser como alguien que las elija solo a ellas y en primer lugar, sobre todas las otras. Quieren ser las principales. Las más zarpadas sueñas con ser desvirgadoras.
No entienden que esta exclusividad no es el amor sino un accesorio del amor. Uno importante, sin dudas, pero no definitorio.
¡Se equivocan tanto buscando solamente eso en los hombres! ¿Quién les explica que el mundo es loco y el miedo a la soledad opera tragedias tan grandes?
Esta forma de exclusividad, a dieta de cualquier cariño, es flor de un día.
¡No se equivoquen!

5.10.09

… Por la Vereda Cósmica…

Cuando me desperté me sentía como si tuviera que enterarme de algo. Puse internet en el celular y la noticia era común a todos los medios de Argentina. Murió Mercedes Sosa. Supe para mí mismo, que iba a volver a escribir acá después de tanto, lector atento. Justo hoy, el día del silencio eterno de Mercedes.

A ver.

Crecí en un pueblo del sur de Salta. El folclore está en el aire desde el punto de vista que se lo produce y se lo reproduce. Cuando era estudiante, de los que hacen caso asistiendo a los actos escolares, de los que solo logra obtener el respeto de un niño de ocho años, escuchaba a los folcloristas; parado, observando rigurosamente la distancia entre compañeros y vestido de fiesta (corbata azul; guardapolvo blanco). Para el viejo Barragán, dueño de los discos y del equipo de audio, Mercedes era repertorio obligatorio. Le hablo de tiempos de discos de pasta y de bocinas de chapa, lector atento, pero La Negra Sosa ya era La Negra Sosa. Ahora bien, si bien Barragán padre fiscaliza el crecimiento de raíces de geranios y afines; Barragán hijo es dueño de una radio. Me juego la cabeza que en esa radio hoy sonó “Gracias a la vida” con esa voz de mi infancia.

Es que hoy, desde que desperté y hasta estas nocturnas horas que no concilio el sueño, me siento visitado por los recuerdos infantiles. No logro precisar, porque las precisiones me son esquivas nomas, si es una visita que me agrade. De última no importa tanto eso sino que la Voz de América se deslizó por otra Vereda Cósmica.

Me queda, Rivotril mediante, dormirme al niño. Acomodar la muerte de otro icono de mi vida y seguir. Poner Cantora en el ipod. Seguir mañana.

No mucho más.

16.7.09

Un protocolo

Hay un momento en la vida en el es menester aceptar que te han vencido. La actitud que tomés en ese momento, sin lugar a dudas te ha de definir, al menos por un tiempo, y muchos más que de la que tomes ante la victoria.

Pienso, pienso, pienso y me cuesta imaginar peor estado para cualquier naturaleza humana. Lo que pone lo amargo en el sabor de la derrota es, ¡no lo dude lector atento!, racionalizar  que te jugaste entero y perdiste. Espulgás en la memoria tratando de localizar el segundo exacto donde todo se fue a la mierda

¡Vanidad de vanidades!

Creo que lo mejor que te pudo haber pasado es que tu mente le haya avisado a tu corazón que ya está. Que sueltes los tientos de eso que tira y tira por soltarse. Que lo que nunca fue tuyo no lo va a ser justamente ahora. Que si alguna vez lo fue ya no lo es más porque todo cambia y que “ni el más sabio de los sabios sabe donde llevan todos los caminos”.

Parte de la guerra es morir un poco. Morir es el más radical de los cambios y lo que se abandona en un campo de batalla pertenece a los que han vencido. En realidad al futuro que te señala otro camino. Si lo que queda atrás es todo lo que eras… bueno ya no serás. No depende de vos.

Las relaciones del hoy no son claras. Los matices producen desventuradas cegueras. No hay voces autorizadas. El mundo gira sin detenerse y a las personas solo nos queda el instinto y la libertad para negociar. Perder el tiempo parece un error imperdonable pero al final de los días uno saca cuenta de que, a la misma vez, es ineludible. Imperdonable e ineludible.

¡Paradoja!

No todos seremos Pablo de Tarso escribiendo a Timoteo, en su celda, sobre su propio martirio.

“Yo ya estoy a punto de ser derramado como una libación, y el momento de mi partida se aproxima: he peleado hasta el fin el buen combate, he concluido mi carrera, he conservado la fe” (2 Timoteo 4, 6-7)

Pero ahí debemos aspirar. Esa es la actitud que cabe a quien dio todo en una batalla y se está entregando a la muerte. Digo. Hoy. No se mañana. Este es un protocolo a seguir, un camino.

23.6.09

Ahogar una voz.

A veces el destino es tan puto que quema un bosque para matar una langosta. Un acto de justicia a cualquier precio, ¿Sigue siendo justicia?

Pappo es un perro de esos hermosos, de raza pero sin papeles. Oficialmente pertenece a mis sobrinas  pero lo alimenta y lo cuida mi cuñado, al que responde incondicionalmente con amor. A mi hermana en cambio la respeta desde el temor de un animal que intuye en otro un gran peligro. De ellas, de las dueñas, recibe mimos y patadas con la misma constancia. Ya de cachorro la cara de bueno nos indujo a cometer el error de llamarlo Pappo porque pensamos en que necesitaba un elemento reo en su vida ¡Grueso error! Desatarlo supone un pacto con Loki, ese dios/demonio de la mitología nórdica. El se divierte aunque otros lo pasen mal o renieguen con eso. Después te mira así.

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Nos preguntamos, muchas veces, si no la ensayará en privado.

Pappo sirve al destino en sus venganzas y en su tarea de dar un equilibrio a las cosas. Si algo tiene que desaparecer él lo desaparece sin piedad. Zapatillas, toallas y juguetes le temen y lo imaginan disfrazado de parca.

Pero hasta el momento nunca se había animado a levantar la pata adentro de la casa. Mucho menos de orinar un anaquel lleno de cds. Y este animalito puede expeler  un litro de orina, espesa y apestosa orina. Imagine una botella de gaseosa; o mejor, si tiene edad, un sifón de soda atacando un mueble con todo su contenido. Dice mi hermana ninguno pudo salir de la sorpresa con el tiempo justo para salvar nada. Fue tanta la puntería animal que no desperdició ni una gota en el piso, todo a los cds.

Yo digo, porque soy así, lector atento, que lo que se quería destruir se destruyó. Porque en esa pila estaba un Compac de Guillermo Fernández, que él quiere olvidar que grabó, y que yo quiero olvidar que compré. No lo va a encontrar en la discografía de su página oficial.

Pero para encubrir nuestra vergüenza hubo que orinarse en otros discos. Discos lindo, música que amábamos y que no sabemos si tenemos en otro lugar. Los compramos en tiempos en que backup era una palabra más de las muchas que no entendíamos del inglés. Como en todo desastre debemos empezar a separar las cosas por las que debemos llorar. Ver que tenemos que volver a buscar y que otras perdidas son irreparables.

Pappo sufre el castigo que se merece a medias atado al chasis oxidado  de una camioneta Ford. Contra viento y lluvia. Con el destino estamos enojados y si se nos cruza le escupiríamos la cara. Guillermo Fernández no sabe porque se siente más aliviado.

10.6.09

Valor

El tipo que en medio de un reclamo dispara "¡qué! ¿mi plata no vale?" tiene muy sobrevaluado a su dinero. Lo tiene en muy alta estima, digamos. 
Lo que es peor, no entiende que el dinero es algo independiente de él. Generalmente sufre cuando es excluido de círculos donde su plata, efectivamente no vale. Mide el tamaño de su éxito de acuerdo a cuanto cobra y pierde su mundo cuando lo roban. Generalmente solo entiende la caridad como algo que se le debe a él y no hay visceversa que valga. 
Un pobre tipo. 

8.6.09

quedarán en la marismas

Nada. Nada que pueda verse así, en palabras, y  me refleje. Como si el silencio sobre las cosas fuera algo mío, cuando no lo es. Verbalizar es lo que mejor hago. Aunque lo haga mal es lo que más me gusta hacer.

No es que no haya nada en mi cabeza ¡Usted no sabe! Pasa que el simple acto de elegir desde esa marisma me da pereza. Darle primogenitura a una cosa sobre otra me resulta injusto. ¡En fin! el simple acto de ordenar me pone los pelos de punta. Seguimos hablando de mi cabeza, no se pierda, lector atento.

A ningunas de estas cosas que tengo ahí las puse yo, sin embargo son mías ahora. Será que yo tengo que ocuparme del ciclo que les compete. Esconderlas del sol, rescatarlas de la arena, soplarle bajo las alas, acariciarles el pelaje, limarle las uñas, afilarle los dientes, darles luz, ser su dios. Ponerlas en equilibrio, digo.

Establecer los cómos, los porqués y los cuándos pero ser un Dios cósmico es para otros. Mis razones son mía ¿Cómo explicárselas a las imágenes de mi cabeza? ¡Na!

En fin.

Hoy me dijo que llora. Lágrimas de mujer, un mar lágrimas.

¿Qué más importa?

Nada.

4.6.09

Porteño.

El porteño es un tipo que abraza la vida pero siempre con el cuchillo entre los dientes.
Es todo lo que tengo para decir hoy.

2.6.09

Fondo

Me quedé con la sensación de que eso de “Y yo que me creía tu destino, no fui sino una mas en tu camino” no es tan malo. Esto sin hacerle polémica a Valeria.

Ser una rayita* más en la pared del ser amado es, en  el momento de descubrirlo, toda una tragedia. Cualquiera lo sabe, lector atento. Ahora bien, pasado un tiempo la cosas pueden tomarse con más filosofía. Si la herida cura hasta se le ve el lado lindo; la nostalgia tiene esas cosas.

La frase:

“Fuiste el fondo sobre el que pinté todas mis relaciones posteriores a vos”

¡A mi me gustó! Me la dijeron hace un tiempo pero no importa. Conste que entender bien, lo que se dice bien, lo que me quiso decir no lo logré, pero me arrancó una sonrisa. Y me hizo pensar que deje partir una poetiza.

_________

* IIIII Así.

28.5.09

El peso de ser cruel.

Nadie está exento de ser el ejecutor de un acto cruel. Por más corazón de oro y plata, la posibilidades están siempre a la mano. Parece que la crueldad forma parte de eso que hay que domar en la naturaleza del hombre.  Una buena persona debe evitarla por todos los medios, pero si no puede, debe sentir culpa y vergüenza ¡por lo menos! Me dicen que lo positivo de la socialización del individuo es justamente eso.
Yo tengo una tía que además es un soldado de Lucifer. Por muchos años, cuando era apenas un niño, viví con ella. Soy, por lo tanto, un testigo válido cuando se le levanten cargos en el juicio final. No temerle a ser malvada lo tenía tan en claro, esta mujer, que jamás sintió vergüenza ni nada parecido. Vive hoy postrada o más o menos postrada, en realidad. Para poder hacer la hija de puta tiene que conseguir que la asistan, justo ahora que se parece más que nunca a un barco que no se hunde porque la liberan del peso de las ratas. Sin embargo, el tiempo pasa y el agua sube. Todo llega.
Los viejos y los niños se parecen un poco en que son desvalidos. Pero no se confunda, lector atento, los viejos tienen  pasado. Muchas veces un pasado de malparidos. Las dulces abuelitas bien podrían guardar jugosas memorias de alcobas. Los ancianitos que piden ayuda para cruzar las calles pueden saber el destino final de algún cadáver. Cuando quiera poner un ejemplo de apariencias que engañan, hable de abuelitos y no le errará. 
Pero como todo en la vida, la hijaputez tiene grados y, estoy seguro, que muy cerca del grado sumo está lo de enseñar la crueldad.  En esa lista, puesta en evidencia con resaltador verde, está mi tía.
Teníamos, mi hermana y yo, una perra que era nuestra en un universo donde lo que se podía vender se vendía “para nuestro propio bien”. Resultábamos ser los rehenes por los que se pagaba un fuerte rescate. Cintia era tan nuestra por el solo hecho de que nadie quería comprarla. La tía la soportaba porque no le resultaba caro mantenerla y la hacía sentir humanitaria. La perra como animal de pueblo era bastante independiente. Compartíamos  un territorio y seguramente en su concepción de la realidad nosotros éramos de  ella. La tengo en la memoria corriendo al lado nuestro, cuando escapábamos de alguna paliza. Hasta se atrevió a morder a la vieja para rescatarnos de alguna cagada que se estaba poniendo jodida. Lamentablemente pagó cara la insolencia.
Una cosa mala de los muy malos es que no olvidan. La tía Rosa era así y mantuvo tibio el odio que le nació de la mordedura. No le bastaron las patadas ni los varillasos, pero ¿cómo humillar a una mascota? No lo sé. Ella se conformó con sentir que humilló. A Cintia le llegó, fruto de sus escapadas por el alambrado, la hora de parir seis o siete cachorritos, solo para que la Rosa viera su oportunidad.
Consumar su venganza era solo una cosa. Otra, muy importante para ella, era educar a uno de sus sobrinos en el que vio actitudes que la encantaron. Pepo siempre fue flaco, huesudo y patón. Miraba desde chico nomas como un viejo degenerado. Esa mirada sumada a un prognatismo vigente siempre en él, le hacía una mascara en la cara. El pendejo estaba a la altura de su imagen. Entíendalo bien. Mala sangre, lector atento. Nunca entendí, ni me interesé demasiado, debo admitirlo, como murió la madre siendo él tan joven que no la guardaba en la memoria. Lo crió la abuela (si, abuela mía también, por desgracia), si criar es dar un techo y compartir la olla parada a fuerza de llanterio. El padre se fue y en una de esas fue lo mejor que pudo hacer por él. Cuando Pepo hablaba el resentimiento era su idioma. Este, nunca otro, fue el ejecutor material elegido para la venganza.
Por qué no mató ella misma a los cachorros solo se entiende si se piensa que quería hacerle probar al chico el sabor de la crueldad ejecutada. Como un experimento y como un legado . Pepo fue autorizado a hacer lo que quisiera con los animalitos siempre y cuando no fuera dejarlos vivir. Hacerlos desaparecer me suena con un eufemismo utilizado. Se procedió a atar a la madre y a embolsar a los hijos para que nunca más lo viéramos. Con la bolsa al hombro “mi primito” se perdió de vista para el lado de la vía.
Esta noche, veintipico años después puedo decirle cosas que pasaron y que para mi se echaron a rodar ahí, el día que la vieja le soltó la correa  moral al niño. Pepo se fascinó con todo ese poder y quiso más. Para nada se sintió asqueado por la sangre en las manos, es más se juró a si mismo que estaba  en el derecho de ser todo lo lacra que podía ser. Si lo habían dejado lastimar unas criaturas indefensa, si era tan fácil, si solo había que saber esconder bien la evidencia ¿por qué detenerse? Si una criatura indefensa era una niña o un perro era solo cuestión de especies. Si no podían resistírseles por la fuerza estaba bien que las abusara. Esa fue su ley.
La vieja, como ya he dicho, postrada, destila odio hacia el sobrino porque le violó la nieta. Jura que si pudiera lo mataría y que solo lo dejó vivir para no matar de dolor a su propia madre (que no sé porque mierda no se muere). Miente. Descaradamente miente. Miente por vieja y porque no le interesa nada que no sea su orgullo herido. No le duele tanto lo que sufrió la nieta enferma, sino que él no la respetó a ella ni  le tubo miedo al mancillar a la niña. Siempre es ella. No derrocha ni un segundo en pensar en los traumas, ni en las secuelas que van a cargar todas las niñas violadas por el enfermo de la cabeza que ella ayudó a criar.
Hoy mismo cruzaría los 1314 kilómetros que me separan de ella para tenerle frente a frente. Le diría que no tiene autoridad moral para ofenderse con el otro forro. La nieta, pobre, no tiene la culpa de lo que le pasó pero ella sí. Que al tipo hay que colgarlo de los huevos para que sufra pero que a ella también hay que colgarla con la misma cuerda para que pague con el mismo castigo. Porque liberar un mal es liberarlo en el tiempo y no saber cuando pegará el coletazo lo que ha liberado. Que no tan solo es un acto indigno sino también de una torpeza negligente; casi suicida. Que el malvado que envejece se vuelve menos peligroso y los jóvenes malvados, mas confiados en su fuerza bruta, dejan de tenerle miedo. Que puede pasar que Pepo entre por la puerta a su cuarto de enferma a abusar de ella y a escupirle la cara como una forma de sentirse mejor. Que no se lo deseo pero que todos los días que le quedan debería sentir culpa y vergüenza aunque sea ahora y aunque sea un poco. Que me da asco. Que él huye de la justicia y de la cárcel pero que ella merece lo mismo. Que no se rasgue la vestiduras porque son iguales ¡I gua les!
Aprovecharía el viaje para pasear con el fantasma de la perra Cintia. La atropelló un auto pero antes la había atropellado mi tía y su sobrino.
Ellos van a aguantar la cuenta final hasta el último, aplastado por el peso de sus propias obras. No es una moraleja porque estas no deberías escribirse en la carne de jóvenes inocentes. Es justicia de Dios, lector atento.
 ¡Y Dios Es!