23.2.09

cosmogonías


Un filósofo de estos de dos pesos puso a  rodar en mi cabeza eso de que la conciencia perdura.

Viene a ser mas o menos así. La parte física es finita (no haga chistes tontos, lector atento) pero hay algo en el hombre que es eterno. La conciencia le dicen ellos porque tienen miedo de usar la palabra alma, tan cara para las religiones y tan poco científica.  Cedámosles en conciencia entonces, para poder continuar. Yo creo que se usa esta palabra porque lleva implícita un conocimiento. Algo así que como que tener conciencia de algo es conocer ese algo. En fin.

Se separan de las religiones en que no existe un destino moral para después de muerto. No se pretende enseñar a vivir o al menos eso se proclama. El cielo y el infierno parecen a este sistema de ideas una fabulación con fines pedagógicos. Según ellos en el momento de la separación la conciencia, recordando lo que fue hasta ese momento, emprende un viaje por el cosmos hacia un reservorio donde simplemente son. Durante el camino aprenden. El largo viaje justifica el carácter eterno de la entidad.

Todo muy bonito.

Casi le digo que me gusta, lector atento. Convengo en que, fuera del cuerpo, solo seamos memoria y voluntad. Anhelos e historias tironean los 21 gramos de espíritu que somos. Si algo mío debe perdurar es más que nada la memoria de lo que he sido. De otra manera ya no sería yo. Una voluntad sin memoria tiene que ser una fuerza caótica que no haya sentido y que no será feliz (si ser feliz es un destino deseable).

¿Se acuerda de Dory, el personaje de “Buscando a Nemo? Se olvidaba de todo y aunque parecía estar siempre alegre, le faltaba algo. Yo le veo la cuestión de que la felicidad es el resultado de un camino que uno debe recordar que hizo. De otra manera sos como Dory, constantemente preguntando como llegó hasta ahí y con cual propósito. La memoria se convierte en algo que define a un hombre (o a un pez). Dispuesto a aceptar el viaje iniciativo pongo como condición que no haya ningún baño de olvido. Me niego a ser  Dory y me niego además que un tipo como Marlín sienta pena por mi.

Los que creen en la reencarnación adoran la remojada en ríos de olvido. Yo me pregunto como funciona eso. Si olvido lo que fui para ser alguien más, pues lo seré del modo más completo. Seré una nueva criatura. El reciclado será total. Si la cuestión es aprender, la memoria es un elemento principal. Decidido a cambiar es menester recordar porque se ha tomado la decisión. La lección debe estar siempre a mano de la conciencia.

Ya lo dice la maga “El diablo es el olvido”. Borges también se prende a esto con  un verso de su poema el alquimista: “Dios, que sabe de alquimia, lo convierte/ en polvo, en nadie, en nada y en olvido.”

Ya la muerte es una forma de olvido en la vida de los que siguen vivos, valga tanta redundancia. Déjeme a mí cargar con mi memoria.

Como ya dije todo muy lindo.

No me gusta que el viaje suene tan solitario pero no se puede arreglar a piacere. Me parece que yo andaría un largo tiempo dando vueltas por acá cerca sin decidirme a partir. Me repetiría constantemente las palabras de Pedro: “Señor ¿a donde ir?, solo tú tienes palabras de vida eterna”

Me parece importante que, además de recordarme a mi mismo, alguien más se acuerde de mi y esa entidad forzosamente tiene que ser Dios. Ya si Dios te olvida…

Los griegos sabían que cerca del olvido estaba la muerte. Tenían ese acantilado en Leucade, de donde tirarse para hallar el olvido de las penas de amor o la muerte, cuando no las dos cosas.

Crear una cosmogonía donde el cuerpo se pierda pero no la memoria me resulta interesante. Me despierta simpatía. Note que no dije que me convence.

Piense usted, lector atento, y sobre todo no se olvide. pensador

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