30.7.10

El Roca.

Transportar algo es, naturalmente, llevarlo de un lugar a otro. Cualquiera, yo en este caso, podría oponer que parte importante de ese trabajo presupone que la cosa no cambie mucho en el camino, puesto que si cambia mucho ya no sería la misma cosa sino otra distinta.

Paso por alto las consideraciones que hacen mucho en la literatura, de la onda, el camino te cambia, que lo de dejar huellas es reciproco y demás yerbas. Dejo tranquilos a “El Quijote” y hasta a “The Lord of the Rings”, Y mas que nada a la producción completa de Richard Bach.

Digo transporte por ser general y de pasajero si me conmina a ser especifico. No puedo dejar de preguntarme si Dios no se habrá ofendido de que me haya reído tanto el día que me anoticié de que la “Gente bien” de la Argentina cuando rumbeaban para Europa se llevaban estacionada una vaca en las bodegas. ¡Querían leche fresca, che! Aclaro eran viajes en barcos en tiempos de las colonias.

¿Tanto te reís? ¡bueno! viajá como vaca. (Dialogo de Dios simplificado)

No fui estacionado en ninguna bodega, ni se me ordeñó por suerte o por misericordia divina, pero el malestar de ser puesto ahí y llevado sin miramientos ni consideraciones, bueno… eso sí. El ferrocarril Roca que cubre la ruta Buenos Aires-Bahía Blanca es un servicio malo. Podría poner malévolo o maldito pero no, porque para ser así hay que tener conciencia y los que administran este servicio son unos inconscientes.

Separado del hecho que no pienso usar nunca mas susodicho medio de transporte tengo que admitir que aprendí algunas cosas. Desde ahora y para siempre ya sé lo que es que se te “congele la sangre” una expresión tan querida por los autores historias de terror, sobre todo las orales. Estar sentado en un cubículo de  metal que se mueve contra la resistencia del aire y que por obra de alguna desidia no posee selladas las hendijas es permitir que eso, helarte la sangre, ocurra.

La iluminación de la película “Saw” me pareció uno de los efectos mas logrados de la misma. O luz mortecina, citando al tango, o luces saturadas, casi transpirantes. El director debe haber viajado en el roca. Bueno resulta que las luces de estos carromatos tienen un sistemas de bobinas que se cargan cuando al tren está en marcha pero que no se mantienen cuando para. Así que en los momentos que se paraba en medio de la nada las luces se apagaban con la mala pata de que, el que estaba caminado por los pasillos terminaba sentado en alguna falta ajena y desagradable. Mientras uno quería dormir en lo mas acelerado del viaje las luces desplegaban toda su molesta potencia.

Frio y luces que no encontraban su justo medio. ¿Ya es mucho? Polvo. Baños ancestrales, de cuando los ancestros hacían sus cosas en un hoyo. Desde ese agujero se puede contar los durmientes si uno logra mantenerse en pie. La mala disposición de todo el  personal solo se explica con la realización de un casting especial de personas malgestadas (del verbo gesto no gestar). En fin… ya no sigo.

Yo siento que después de esta experiencia algo en mi vida no va a ser igual. Me dicen que el derecho de libres caminos esta amparado por la constitución. Me cabe, tras la luz de haber sido maltratado en dichos caminos la posibilidad de quejarme.

¡Ay de mí!

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