19.2.08

amigos clase B

La madurez de la vida me encuentra recibiendo alguna que otra idea nueva. Diría novedosa, lector atento, pero sintiéndome culpable de saber que “novedad” involucra un asombro que no es tal. Ya casi nada me maravilla. No es jactancia, créame, me siento desdichado por el tópico, pero es tema para otra oportunidad.
Asumiendo la aclaración digo: me sorprende, a veces hasta sentir esa sensación de estar untado con grasa, que personas que apenas conozco me hagan fama de amigo suyo. Hablo de gente que solo conoce mi nombre, y que lo relaciona a una o dos anécdotas, inclusive poco pintorescas. Puedo entender que a los diecisiete años uno tenga tantos amigos como quepan en la habitación a la que más se concurre, llámese aula o boliche. Pero parte de crecer es ponerse selectivo hasta el punto de ser testimonial. Quiero decir que uno pueda dar fe de quien es ese tipo/a, e inclusive poder decir donde estuvo en ciertas circunstancias y en ciertas épocas. Siempre que hablar sea la mejor opción, por supuesto.
Hasta este punto pertenezco a la vieja escuela, a la de “Amistad: divino tesoro”. Me rindo ante el peso de la actualidad admitiendo que existen en el viejo género humano otras realidades a considerarse. Pero por más que lo racionalice, el yo inconciente, dominante en este que soy, no puede renegar de lo que mamó de chico. Un amigo es un Amigo. Los demás son conocidos, compañeros, eventuales coetáneos, ligazones de sangre, vecinos, cómplices, parientes de amigos, hermanas de amigos, fatos, aprietes, filitos, historias pasadas, historias de una noche, propias y de amigos, y un largo etcétera.
No se imagina lo incomodo que me resulta presentar a las personas que no considero amigos. No sé porque en las convenciones actuales se espera, a la hora de las presentaciones, un nombre y un vínculo explicativo. ¡Conformate viejo! Te estoy dando un nombre. Relacionate vos y averiguá que podes ser de esa persona. A mí dejame afuera. Están tan extendidas estas formalidades que hasta la persona que es presentada espera con ansia ser definida para ver como es considerada. ¡Una verdadero clavo bajo las uñas!
Pero por misericordia del Altísimo, que obra de forma misteriosa, muy misteriosa si me preguntan, tan misteriosa que se valió de Matías, conocido en este espacio como el calzóncilludo. Decía que por obra de él, del Altísimo, descubrí como agrupar sin culpa a toda esta gente incomoda de presentar y de definir.
Amigos Clase B: conocidos, compañeros, eventuales coetáneos, ligazones de sangre, vecinos, cómplices, parientes de amigos, hermanas de amigos, fatos, aprietes, filitos, historias pasadas, historias de una noche, propias y de amigos, y un largo etcétera.
Los amigos Clase A no tienen que ser definidos. Saben que son. Que estoy y que están. Siempre me pasa que soy presentado por mis amigos así:
-Este es Salvador.
-¡Ah! Vos sos Salvador, me habló un montón de veces de vos.
Esta frase o algunas de sus variantes me regocijan.
Así que ya sabés, si estando en mi esfera, necesitás que te defina, seguramente sos amigo clase B. Hacete cargo.
Usando el lunfardo salteño se diría un amigo lejano, pero resulta que yo tengo amigos lejos. Por eso no me gusta hablar asi. Ahora son amigos clase B. Resuelto.
Me desvivo por ser amigo de mis amigos. Casi todos están marcados por el desarraigo y la lejanía, viento en contra al que presentamos batalla y al que vencemos, mis amigos y yo. El poder de la amistad nos gusta llamarlo.
¡Qué quiere, somos cursis!

2 comentarios:

Math dijo...

jajaja como te quedo eso de Amigo Clase B jajajajaj.. igual vos sabes que no sos clase B... sos eso sos Salvador.. en el doble sentido de la palabra y el nombre.

Vicionaria Laurita que te puso ese nombre sin siquiera conocerte aun..

la maga dijo...

u jajaja no se te ocurrio que te podias meter en problemas? mmm igual yo quiero lista de nombres y clasificacion, asi me regodeo en mi crapulencia ja! tanta gente se esta haciendo tantas preguntas...