Febrero es un mes enano. De lo que se entiende que haya sufrido el maltrato de algunos poderosos, muy poderosos que se despertaron con ánimo innovante en cuanto al calendario.
Sabido es que en la antigüedad los romanos, en su afán de alagar a los Césares, lo despojaron de días a favor de Julio y Agosto. Pero los medievales, faltos de televisión y ansiosos por calcularlo todo; se escandalizaron al descubrir que el año solar es de tantos días más seis horas. Cada cuatro años esas horas acumuladas viene a joder el ordenado devenir de los tiempos.
¿Solución? Año bisiesto (no se porque en mi mente es un año con dos siestas)
¿A quién le endilgan el día de más de la solución? A Febrero.
Hago la cronología sencilla:
1º.- Vejación de Febrero.
2º.- Creación del año bisiesto.
3º.- Vengo a nacer yo, otra aberración, hace tres décadas y un poco.
4º.- Vengo a descubrir que los años bisiestos son un desastre para la sanidad mental y/o emocional.
Quiero admitir que es una certeza empírica basada en la experiencia propia de la que Descartes dudaría mucho. Los años bisiestos me han abandonado dolorido por alguna pedrada del destino, una que no vi venir. Caminos que me he visto en la obligación de tomar aunque veía que me llevaba al desastre, se me han presentado en un año bisiesto.
De pronto hace como una hora, después de haber discutido duramente (cabezaduramente) de hoy era dos de marzo me desayuno que no, que es primero de marzo porque ayer fue veintinueve de febrero, porque este es un año bisiesto.
Y así ahora me siento como Miguel que mira todo el tiempo como buscando de donde le va a venir el golpe. Diciéndome que yo sabía que no me encontraba, que descubría desordenes en las cosas. Yo sé que alguien que quiero me va a lastimar. Y es triste porque yo nunca aprendí a vivir así. En algún momento me voy a relajar y entonces ¡PAFF!
Le aviso, lector atento, para que cuando pase, le pueda decir:
¡Vio! ¿no se lo dije?