21.8.07

duermevela

Existe esto de que el agotamiento vuelve esquivo al sueño ¡como un castigo! Si que existe… Permanezco en la posición adecuada, la que vengo perfeccionando hace tanto tiempo, sin embargo sigo consiente de mí. Porque la más de las veces el sueños representa, según algunos conceptos que defiendo, ese estado de abandonamiento de mí mismo.
La duermevela no es dormir, lector atento. No me vengo con esas cosas, quiere. Pero a veces la duermevela aventaja al sueño en que mi memoria retiene los golpes de ciego que suelo dar en ese estado. También el espanto.
En duermevela me ví con veinte años menos, liviano de kilos y kilómetros, siendo menos pesado, careciendo de tanto pasado. Preguntándome si una cosa no tendrá relación con la otra, mientras de soslayo la pistola de lata que no pude robarme teniendo seis años se descostilla de risa ¡¡la muy hija de puta!! La del pelo enredado que me embadurnó de viscosa poesía me enrostra su nombre matemático: A por a. A al cuadrado. Si le ponían Ana iba a resultar una entre el montón pero ella que también era su nombre estaba aparte de cualquier montón. El camino del origen árabe puso en rojo un comentario de Borges que “agradecía la constancia del agua”. El frío que sentía en la espalda seguramente era La Humedad que en Buenos Aires hay que escribir con mayúscula y con respeto. También representa la excepción a la regla para mí. La cosa es que me muero por la ciudad pero si Buenos Aires ha de matarme será a través de La Humedad. Tengo que colgar esa foto de las parcas conversando en el Blog.
Tu risa mujer. La risa de ella, lector atento. Disparó en alerta a todos mis sentidos. Abrí los ojos. Me interrogué acerca si la escuche con la memoria o con los oídos. Empecé a pararme, sin saber como llegué a estar sentado sobre el colchón, con los oídos atentos por si se repetía. Muchas que no eran vos; que no eran ella se reían en la calle; no en vano duermo sobre la peatonal Lavalle al 700 y era fin de semana.
Pero tu risa es única. ¡Su risa! Lector atento. Tantas veces te agradecí por regalármela.
Todavía, mientras escribo este exorcismo me pregunto donde andarás, Silvia.

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