2.2.07

¡Tomá Tomás!

A cada cual su suerte. La de este que se llama Tomás es variada y sobre todo extraña. Mirémoslo así: Nacer gato ya es todo un tema pero que por ejemplo además seas un gato enteramente blanco, impoluto, libre de manchas se pone pesado. Porque al menos los gatos negros tienen su fama y naciendo así un gato ya empieza con algo. En cambio el blanco tiene que hacerse de abajo.
Y como si no alcanzara ¡estos lo vienen a bautizar Tomás! Si tres adultos adoptan un minino tienen, como mínimo, que ponerle un buen nombre y no uno que sea la causa de las burlas del único nene que visita la casa. Aunque hay que admitir que debe resultar divertido verlo seguirlo al grito de -¡Tomá Tomás! ¡Tomás tomá!
Pero bueno, así anda el pobre Tomás, el abino. De todos modos no se rinde y quiere ser juguetón o removedor de tierras de las macetas en una casa donde dos mujeres son mayoría o acechador de piernas tras los muebles o almacenador de comidas bajo las camas. Como se imaginan cosas de gatos.
¿Qué más puedo decir? Se lo sabe reacio al baño de todos los días y no lo soporta en silencio. Yo lo imagino resentido por la limada de uñas que tubo que soportar. Conmigo lo noto desconfiado, actitud que comparte con todos los que no son Silvia y viven en esta casa.
Ahora bien. A pesar de todo esto y algunas cosas que me guardo para mí pude sacarle esta foto donde parece un animal feliz.
¡Criaturita de Dios!

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