27.2.07

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Necesito decirlo. Bety murió un 12 de enero de este año. Sentada, en su propia cama. Los pulmones la dejaron de asistir y bueno, nos dejó. O como yo lo siento: me dejó. La enterraron sin que yo pueda despedirla porque me enteré cuando llevaba diez días muerta. Todas cosas que me dolieron muchísimo en el alma.
Pero también necesito decir algunas otras cosas de Bety. Las que más me llenan la memoria. ¡La tía Bety! Generosa en sus excesos brindaba con Coca Cola "por los hombres que la condenaron a vivir en soledad": lo que era una verdadera falacia. Vivió un gran amor signado por la tragedia de haber ella llegado tarde a la vida de ese hombre que la condenó a vivir en una soledad que no era tal. Una vez me dijo que no hubiese podido amarlo por mucho tiempo si él hubiese elegido de un modo distinto al que eligió. En fin.
Ella se declaraba una defensora del enamoramiento, signándolo como esa etapa anterior al amor. Visto este amor como el amor con compromiso. Es loco porque sin saberlo era con su forma de vivir una contradicción de sus dichos. A ver si logro explicarme: amor con amor se paga. Ella amaba a sus amigos y recibía amor de sus amigos porque así tiene que ser.
Todavía me acuerdo como se reía la vez que alguien me definió como aquel que dice "permítame que lo corrija". A veces se adelantaba a mí cuando yo estaba por pronunciar mi "es relativo".
Nos llevaba a comer helado, o algún trago, o una pizcita a las tres y media de la madrugada cuando cerrábamos el cyber donde la conocimos. Ella y nadie más que ella nos llevó a La Placita Serrano prohibiéndonos terminantemente inhalar cualquier tipo de humo que anduviera por allá. Nos metió con autoridad sin escuchar nuestras protestas en un peugeot 504 (porque en otro taxi no viajaba) y nos llevó para allá.
La tía Bety sabía de la vida. Tardó dos segundos en saber que clase de pena me ocupaba el alma. Y le alcanzó con mirar una sola vez a la loca para saberla "ella y nadie más que ella". Y lloró por mí y conmigo. Y fue saliendo conmigo de esa pena.
Quiso llevarse a Matías a su “Molina” natal y decir allá que este era su hijo para ver cuantos se desmayaban en general y para ver como se desmayaba ese en particular.
Y aquí me tienen. Tratando de hallarle una coherencia a estas frases sueltas, una que se me muestra esquiva. Tratando de explicar el vacío, de disertar sobre la nada. Y sobre todo, lo que me cuesta más, de poner algo muy mío sobre la mesa para verlo y empezar a pensar en donde voy a acomodarlo. Porque mi vida rueda todavía llena de Silvia, Mica, sobrinas, chinos, clientes-patrones de media hora, comida, libros, madre, hermanos, etc.
Esta es la primera vez que como adulto tengo que enfrentarme a la muerte de un ser querido. Román se murió teniendo yo 12 años y muchas veces me pregunto si era de verdad un ser querido. En fin. A esa edad sentía que La Felicidad era innegociable y hasta me sentía contento de que las últimas palabras de Román hacia mí fueran: ¡Se feliz!
Hoy soy distinto. Me hice a la idea de que los momentos felices son escasos y que en la mayoría de las veces uno lo que termina es buscando “la paz con uno mismo” que es algo deseable y muy cercano a la felicidad e incluso más duradera que la misma pero que no es La Felicidad. Quien alguna vez haya sido feliz sabrá de lo que hablo. Cuando me decís “Va en vos si querés ser feliz” caés en un error general y en un horrible cliché. Seré muy lacaniano pero la felicidad más que nada depende del otro desde que uno es un ser social y se justifica en el otro. No podés ser feliz solo. No funciona así la cosa.
Ahora bien para alcanzar dicho estado uno debe incurrir en pactos. Un pacto para vivir dice la Bersuit. Bueno en eso estoy solo que me resisto porque los términos son tan duros y tan inflexibles que me niego. Más adelante diré que se debe aceptar lo inevitable para seguir con la vida, que estoy conforme y que ya no lloro (quiera Dios que ese día tarde en llegar), en una de esas hasta escriba algo más lindo sin sentir que no llego a expresarme. Pero hoy que los pactos están rotos, que no negocio, que me enojo por todo con todos dejenmé que escriba enredado, que me contradiga, que no se entienda. Que no intente.
Que te no te olvide Bety.
Que no sepa ubicarte Bety.
Que te siga queriendo Bety.
Que me cueste tanto llorarte en público Bety.
Que te pida perdón Bety.
Que no pare de contar anécdotas tuyas Bety.
Que no pueda seguir tus consejos Bety.
Cuento el tiempo, Bety. Me peleo con todos y les muestro sus heridas y me mofo de ellas. Que se yo.
Yo también me muero.

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